sábado, 28 de noviembre de 2009

Elisa Bernardi--Tango

Paradigmático.
Arquetipo del porteño.
Tu presencia se ocultó
en los arrabales.

Nacido con el código secreto
de tratos prostibulares.

Fuiste creciendo
al igual que el siglo XX,
a los golpes, con desprecios,
ingratud e ignorancia
de las clases dominantes,
cuando el dominio era el vento
y lo cultural: Europa;
el buen decir y las ropas
que no eran de percal.

Temperamental. Auténtico,
entre tanta idiosincrasia.

El bandoneón, tu andador melodioso;
te exhaló en profundas quejas;
el piano te ensayó en secreto,
y, cuando fuiste la voz
y el gemido del violín
recién te abrieron las puertas
en los salones del centro.

Tuvimos que verte ajeno
para empezar a quererte.

Paseaste, con tus virtudes,
enamorando, en acordes,
a todas las latitudes.

Si preguntan por mi origen
en otras partes del mundo,
les rezo “La Comparsita”
y, aunque la letra difiera
de ésta, mi parla latina,
al decir Tango,
hasta los ojos suspiran
y me estremece el abrazo
exclamando ¡Ah, Argentina!

Y, claro, como soy porteña,
ya no me basta con esto;
a la luna sabatina
pongo chambergo de felpa
y un blanco pañuelo fino,
en homenaje al Morocho”
y me pierdo en los alardes
de “El garrón” y,
“La puñalada”, sin filo.

ELISA BERNARDI
bernardielisa@yahoo.com.ar

Eduardo Santamaría---El Negro Pacheco

El Negro Pacheco era todo un personaje, vestía traje negro a rayas, zapatos también negros, bien lustrosos, de regular estatura, delgado con una ligera cicatriz en el rostro, piel aceitunada tirando a cetrina.
Paraba en el bar de Lavalle y Ayacucho, a pocos metros de las oficinas de Argentina Sono Film, se reunía con un grupo de actores que como él esperaban su oportunidad y así pasaba las horas entre café y café conversando, esperando que algún asistente de director lo convocara sin éxito. Al otro día volvería a repetirse la misma rutina.
Volvía por las noches al barrio siempre optimista, animoso. La barra de los pibes esperábamos que nos contara jugosas anécdotas de personajes del ambiente que nosotros deglutíamos entre ingenuos y expectantes.
Vivía con una hermana en la casa que los viejos le habían dejado como herencia; la hermana, mucho menor que él, lo bancaba en sus aspiraciones y también económicamente.
Admirador ferviente del cine nacional, no se perdía un estreno. Ya entrado en años, soltero, con su incondicional compañera: su hermana, solía transitar la vida con sus aspiraciones caducas que sobreponía con su estado de ánimo su bonhomía.
Por años no supimos nada de él, fue un enigma su destino.
Y hoy, para sorpresa mía lo vi sentado en la puerta de su casa, conversando con un vecino ocasional, contándole las mismas anécdotas que nos contaba a nosotros de pibes.
¡Sin duda el Negro es el mismo! Nosotros cambiamos.

Manuela Pedraza 5780-Ciudad autónoma de Buenos Aires.

Olga Levy---Luminosos Escritores Argentinos

CONRADO NALÉ ROXLO
Desde (la columna logo) L.E.A.- en esta circunstancia destacamos el eximio, multifacético, estimado escritor Conrado Nalé Roxlo. La literatura argentina se enorgullece de incluir la pluma de C.N.R. a través de diversos géneros literarios. Su policromática paleta nos dejó en sus poemas, obras de teatro, cuentos, guiones cinematográficos, periodismo, inolvidables temas en la diversidad de sus tramas para que nos deleitemos de su obra.
Nació en Buenos Aires, el 15 de febrero de 1898, y falleció el 2 de julio de 1971. Hijo de uruguayos de ascendencia francesa y española. Su formación autodidacta lo muestra pleno y singular en las letras. Palpó los avatares de la vida cotidiana que supo plasmar al compás de grandes dramaturgos y poetas europeos. El primer libro de poesías El grillo, de 1923, tan elogiado por Leopoldo Lugones recibió el premio de la editorial Babel, con otros premios literarios. Claro desvelo y De otro cielo-conforman con El Grillo- su obra poética. Versos que muestran la espontaneidad y claridad propias del autor.
Transcurrieron veinte años desde su primer libro de poemas, y Nalé Roxlo consideró que debía componer el drama como un poeta. Así su primera obra teatral La cola de la sirena, se estrenó en 1941. Su labor dramática continuó con Una viuda difícil, El pacto de Cristina, Judith y las rosas, obras destacadas por el público y galardonadas por entidades literarias. Las heroínas ofrecen cuatro facetas de amor. En Alga, un amor iluso, como la quimera; en Isabel, un amor apasionado, como la vida; en Cristina, el amor tentado y místico de la fábula; en Judith, el amor natural y aromado de la rosa. Sus obras evidencian un conocimiento profundo de los personajes en sus distintas formas. Obtuvieron la distinción del Premio Nacional de Teatro.
Las obra de N.R. son auténticamente argentinas( a pesar de las críticas) ya que reflejan su personalidad literaria, la forma de concebirlas y la concreción estilística. Sentimiento y lenguaje se aúnan con creatividad e su literatura. Nos emociona lo poético con sabor popular, vívido y enérgico.
Merced a su espíritu chispeante escribió un jocoso libro de pastiches literarios en prosa y en verso- de escritores americanos y europeos- denominado Antología apócrifa (1943).
Su lenguaje es punzante. Se acentúa con la publicación de cuentos humorísticos en diarios y revistas durante veinte años bajo los seudónimos de Chamico y Alguien. Estos textos se editaron en colecciones: Cuentos de Chamico(1941), El muerto profesional, La medicina de reojo ,y otros.
El talento de C.N.R., la profundidad de su quehacer literario no cesa, se acrecienta y se propaga hacia otros caminos: guiones cinematográficos, conferencias, director del semanario humorístico Don Goyo, y otras publicaciones humorísticas.
Extraño accidente- su única novela- cautivó por su profunda trama. También, sus letras abrazaron la literatura infantil La escuela de las hadas (su obra más importante). Escribió, además, las biografías de Amadeo Villar (1963) y de Alfonsina Storni (1965).
Dimos un pantallazo de su profusa obra; no podemos desarrollar cada uno de los textos, pero sí invitamos a la lectura de sus libros, donde siempre aparece el humor, la mordacidad, la prosa poética sutil y profunda.
Queremos resaltar una de las tantas poesías conmovedoras, que muestra paradójicamente el pensamiento y la hondura de sus sentimientos. Nos tomamos esta licencia como homenaje al gran escritor que “es” Conrado Nalé Roxlo. Recordamos estos versos que transmiten estilo poético, reflexión, sabiduría.
LO IMPREVISTO
Señor,nunca me des lo que te pida
Me encanta lo imprevisto, lo que baja
de tus rubias estrellas; que la vida
me presente de golpe la baraja

contra que he de jugar. Quiero el asombro
de ir en silencio por mi calle oscura,
sentir que me golpean en el hombro,
volverme, y ver la faz de la aventura.

Quiero ignorar en dónde y de qué modo
encontraré la muerte. Sorprendida
sepa el alma a la vuelta de un recodo
que un paso atrás se le quedó la vida.

Deseo cumplido--María Teresa Brugués

El timbre de la puerta la sobresaltó. Abrió. Era Olinda que en voz alta decía:- Te vi, mejor dicho, los vi…, como lo tenías escondido, después de tantos años, ¡por Dios!
Raquel, trató de conservar la calma. –Sentate, ¿querés un té o un café? Llegó el momento de hablar, pero tranquilas. Ambas se sentaron, con sendas tasas de humeante café.
La primera en hablar fue Olinda:- ¿Cuánto hace que lo conocés? Sabes que a pesar de la edad es muy buen mozo.
Raquel aclaró su voz y contestó: -Cuarenta años, el 20 de noviembre de 1969-suspiró y se quedó callada.-Qué barbaridad, Jesús querido, casi una vida ¿y cómo fue?
Raquel se reanimó.-Ese día tomábamos posesión las médicas de la promoción del 60 en el Hospital Central, yo tenía 35 años. El era jefe de la sección cardiología, 40 años, alto, muy consciente de su seducción. No me gustó de entrada, pero eso era lo que había y no podía rechazar el cargo. Pasó un año entre órdenes dadas imperativamente y sobre la marcha palabras de elogio y consideración hacia mi trabajo. Cierta noche de octubre de 1970-un año después-una cena de camaradería nos unió. A partir de ahí se rasgó el velo que nos separaba y el dique de contención que se frenaba nuestros impulsos se rompió. No puedo decirte quién amó más al otro, pero creo que fui yo y comencé a amarlo con el desenfreno que produce la pasión. Yo era libre, todo mi ser anhelaba la llegada del amor.
Olinda la escuchaba embelesada, los codos apoyados en la mesa y las palmas de las manos sosteniendo su cabeza. De pronto preguntó:-Y él, ¿en qué categoría jugaba? ¿Casado, soltero, viudo o separado?-Bueno, como la mayoría de los hombres, casado. Se resistía a confesar la realidady elegía como respuesta una expresión de deseo “separado”. Como muchas veces la respuesta no resultaba creíble, entonces llegaban las explicaciones del caso:…” vivimos juntos, pero por los chicos”. Otra:… “mi papá está muy viejito y no resistiría mi separación, la quiere mucho a mi mujer”. O bien (una carta fuerte) “mi mujer está enferma-la dolencia siempre la misma- los nervios”. Cerraba la explicación:” si la ves no te das cuenta, está regia, pero cuando le agarra… es un desastre”. Y todo terminaba con la mirada triste, expresión de desolación, angustia y como broche de oro: “conocerte a vos fue para mí un bálsamo de paz que tanto necesitaba, sos mi oasis donde me refugio cuando mis problemas llegan al paroxismo. ¡No me dejes nunca mi amor, te lo suplico!”-Bueno, en definitiva-dijo Olinda-estado civil dudoso.
-Y si, cada día lo amaba más y por supuesto esto trae aparejado justificar lo injustificable, salidas clandestinas, fines de semana sola de toda soledad y promesas de pronto cambio, que no llegaba. El fue nombrado director en el hospital de la comunidad en Mar del Plata y allí corría yo cuando podía para embriagarme en la copa del amor y volver a a la capital con un bolso lleno de “todo va a cambiar”.
-Estando en Mar del Plata, ella sufrió un accidente fatal y al tiempo él volvió a su antiguo cargo aquí en la capital. Nunca supe por qué , se transformó en un monje de la orden benedictina, no sabía si era remordimiento, angustia o dolor. Seguimos hablándonos, pero éramos dos hermanos. Sólo estar juntos y en silencio. Las llamadas eran diarias. No cortar nada, vivir siempre en la dulce esperanza y ahora la necesidad de que lo acompañe, para servirle de bastón de apoyo y de tranquilidad.
-Bueno, dijo Olinda, tardó pero ya está, se cumplió tu deseo de salir con él y del brazo por la calle.¿ No era lo que querías? ¿No estás contenta?
-¡No!-contestó Raquel.- ¿Otro café?-Escúchame un poco más. Hace varios años vino a mi consultorio un hombre de unos 40 años, profesor de plástica en escuelas primarias. Magníficos sus trabajos. Tengo un cuadro de él. A raíz de lo que uno desea en las distintas etapas de la vida, me contó que vivía con sus padres inmigrantes italianos en un conventillo en la Boca. A los seis años comenzó a pedirles a los Reyes Magos una bicicleta para jugar con sus amiguitos en las tranquilas calles boquenses. Ese año no llegó, los Reyes estaban muy pobres, explicó a su mamá. Al año siguiente tampoco (la misma razón). Cuando cumplió 10 años desistió resignadamente del pedido. Creció, terminó la primaria, se inscribió en la secundaria en el Prilidiano Pueyrredón. Al cumplir 22 años y con sus ahorros se comparó una bicicleta para ir a trabajar. ¡Ya tenía su bicicleta! Olinda interrumpió: -¿Viste, Raquel, al final ese hombre consiguió lo que quería.- ¡No!-gritó Raquel-no es lo mismo, Olinda, una bicicleta a los ocho años para disfrutar con sus amigos de las alegres tardecitas , que el mismo vehículo a los 22 años, para ir a trabajar sorteando los peligros del tránsito de la ciudad. Y te digo más, salir del brazo y por la calle a los 30 años, gozando la inmensa felicidad del roce sensual del ser amado que a los 75 años sirviendo de bastón humano de un hombre de 80. Ambos, al igual que la bicicleta, se parecían: lo mío después de 40 años salir del brazo por la calle, pero no, no es igual.
Raquel calló de golpe y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ambas no sabían qué decir, la revelación las había dejado sin argumentos. Fue Olinda, el fiscal implacable, que preguntó:-¿Qué vas a hacer, Raquel? ¿Te vas a quedar con él y cuidarlo hasta que…?-¡No!-se apresuró Raquel. Cuando estaba entero, bien, maravilloso, muchas, muchas veces olvidó que yo existía. Su regreso implicaba siempre un velado pedido de auxilio. El amor te obnubila y el corazón no razona. Y allí estaba yo, fiel como el hipocampo, esperando el milagro. Ha pasado mucha agua bajo el puente. Hace una semana contraté una excelente enfermera licenciada en gerontología. Ella cumplirá a la perfección y mucho mejor que yo la tarea.-Oh, emitió Olinda, no vas a poder resistir y dentro de un mes vas a reemplazarla
-Ya lo pensé, para que esto no suceda el lunes que viene viajo a Grecia. Me debía este viaje hace mucho tiempo, fuertes cadenas me impedía moverme; de pronto, se han roto y pude zafarme de ellas. ¡Soy libre!
Acongojada y sollozando, Olinda preguntó:-¿Cuándo vuelves?
Raquel la abrazó fuertemente:-No llores, por favor, a lo mejor vuelvo antes de lo previsto.

yayamaestra@hatmail.com

Tragedia en el Challenger---José Narosky

“Algunos días se cierran para no abrirse.”
UN HECHO CIENTÍFICO, que culminó en tragedia, cubrió de dolor a todos los hombres que creen en el triunfo final de la ciencia.
Está todavía muy fresco ese 28 de enero del año 1986, en que siete astronautas perdieron la vida en Houston, Estados Unidos, a bordo del transbordador espacial Challenger. Aunque fueron muertes que encendieron luces por donde camina la humanidad.
Millones de espectadores, por televisión, vieron caer la nave, como un cisne moribundo, regresando a la tierra desde el cielo azul, totalmente destrozada. Las ilusiones, la tarea de los técnicos, la magia que tiene todo viaje hacia las estrellas se hizo trizas en setenta y un segundos.
Hombres de todos los rincones del planeta se sintieron conmovidos. Porque el dolor físico lastima, pero el dolor espiritual desgarra. Hasta ese momento se habían realizado, durante 20 años, cincuenta y cinco viajes espaciales, sin una sola víctima. El único accidente en Estados Unidos había tenido lugar cuando el Apolo I se incendió estando todavía en tierra el 27 de enero de 1967, exactamente 19 diecinueve años antes. Y en aquella infausta ocasión habían muerto sus tripulantes.
También le tocó a la Unión Soviética, la otra potencia espacial de ese momento, sufrir graves accidentes. La primera desgracia acaeció también en 1967, cuando el Suyuz I se estrelló al aterrizar. El astronauta que lo tripulaba falleció en el acto. Y cuatro años después-en 1971-, el Soyuz II tuvo un problema de descompresión y murieron los tres astronautas que viajaban en él.
En el Challenger se dio la mayor cantidad de víctimas en viajes espaciales: siete. Dos de ellas, mujeres. Una de éstas,
Judith Resnik, de origen judío, era concertista de piano, además de ingeniera electricista. Tenía treinta y seis años.
¿Pero qué destino llevó a la otra mujer, una maestra de treinta y ocho años, madre de dos niños, a emprender tamaña aventura espacial sin la menor experiencia ni conocimiento en vuelos de este tipo? Simplemente el haber salido sorteada entre once mil maestros que deseaban participar. ¡Triste fortuna le deparó el azar! También viajaba por primera vez un asiático, Ellison Onisuka, ingeniero,de treinta y nueve años, de origen japonés y nacido en las islas Hawai.
El senador,Jake Gran , que iba a ser el primer legislador en surcar el espacio, y que representaba al gobierno. Integraba la tripulación un hombre de raza negra, doctor en física, virtuoso del saxofón y pastor evangelista, Ronald Mc Nair. Los otros dos viajeros del Challenger eran el ingeniero electricista Miguel Smith, piloto de pruebas y oficial en la guerra de Vietnam, de cuarenta y cuatro años. Y por último, el de más edad-cuarenta y seis años-, Francis Scobee, comandante de la nave, ingeniero aeronáutico, veterano del espacio y también piloto de pruebas.
Estos siete seres humanos de diferentes convicciones religiosas, sexos, profesiones, se entrelazaron para siempre en una misma muerte. Pero una muerte que fue una lección de vida. Porque muchos saben lo que no quieren; y muy pocos, lo que quieren. Y ellos estaban seguros de lo que querían. Pero algo más los unía : los ataba espiritualmente ese sentimiento tan puro que llamamos ideal, ese ideal que nos dice:¡cuánto mejor es morir por algo que vivir por nada!
Quizá los siete valientes astronautas del Challenger sintieran, en ese fatídico minuto que duró el ascenso, la proximidad de la muerte; es posible que hubiese experimentado la aterradora sensación de que estaban encerrados vivos. Pero pensemos que hay muchos hombres que viven… muertos.
Ellos-los astronautas-eligieron su destino. Aunque evidentemente el destino no las eligió a ellos. Estos cinco hombres y dos mujeres no murieron en vano. Fueron una semilla más en esa siembra infinita que es el avance de la ciencia. ¡Y tantas veces las semilla muere para que la planta viva!
Hemos dado los nombres de seis de las siete víctimas de la tragedia. Intencionadamente dejamos para el final el nombre de la maestra que ganó el derecho al viaje en un sorteo. Se llamaba Chris Auliff. Sus alumnos la idolatraban. En el Estado de New Hampshire hay un pequeño pueblo llamado Concord. Chris vivía allí y enseñaba historia en el quinto año del colegio secundario. Cuando sus alumnos la despidieron para el viaje del que no regresaría, entregó a uno de ellos un sobre cerrado pidiéndole que lo abriera en el momento en que el artefacto se dirigiera al espacio. Cuando los chicos, todavía sobrecogidos por la aterradora imagen de la televisión, con el Challenger en llamas, encontraron impresas en el papel estas palabras:”Nunca dejen de intentar llegar a las estrellas”.
Creo que este mensaje resume el sentir de estos siete héroes de la ciencia. Porque así como los navegantes de la antigüedad se guiaban por las estrellas para llegar a su destino, ellos se guiaron por su destino para tratar de llegar a las estrellas.
Su fe, su valor y sobre todo su sacrificio nos hace pensar que:
“La vida es un laberinto.
Pero los iluminados conocen la salida.”
De “Sembremos”-ed. Planeta-