sábado, 24 de abril de 2010

Impotencia---Elisa Bernardi

Son niños pero no sueñan.
Dicen que sólo alucinan
y que persiguen estrellas
en el charco de la esquina.
Pasan horas en sus vuelos
que llevan hacia el abismo.
La luna pasa de largo
por sus manitos vacías.
Quien despoja sus conciencias
va llenando su alcancía.
“Y mañana serán hombres”…
innombrable profecía.
Todos sabemos de ellos,
que en las sombras se cobijan.
La impotencia cierra el círculo
en donde el alma se asfixia.
(De “La que sueña en mí”)

bernardielisa@yahoo.com.ar

María Cristina Dalbes

LO MEJOR DE LA VIDA…

-Lo mejor de la vida
lo hallarás siempre
en Dios…
Lo mejor de una espera
es encontrar su Sol
en el silencio
y el rosal…
(siempre es posible
reencontrar Su Voz…)
DIOS…
encendido en fresnos
y milagros
como llama inapagable
y precursora
sujeta a valederas
razones de
la Vida,
del Tiempo
y del Perdón…


… DE TODO LO QUE ESPERAS…


… de todo lo que esperas
ya no te queda nada,
ni el verde irrazonable
ni el muro en su ficción

con un fragor de tiempo
robado a todo riesgo
buscarás-todavía-
la herencia del dolor…

de todo lo que esperas
resumes los silencios,
allí-donde meditas-
como pared de sol

sujeto a un imposible
-como todas las cosas-
ocurre que tu hoguera
importe al corazón…

Rivadavia 731-1617-Gral. Pacheco-Prov. de Bs.As.

Juegos de la mente---María Teresa Brugués

Se disponía a cruzar la calle, cuando lo vio, la sorpresa la paralizó.
Si, no había dudas, era Javier…su Javier pero… ¡viejo! Encorvado, caminando con paso vacilante, con la ayuda de un bastón.
Con lentes, todo el cabello blanco y ralo, delgado, muy delgado.
Quiso acercarse pero no pudo, quería preguntarle ¿qué te pasó?
Comparó su edad con la de él. Apenas le llevaba cuatro años. Y ella había cumplido cincuenta.
Por su mente pasaron años de amor fogoso y apasionado. Sólo hacia un mes que habían concurrido a la Velada de Gala del Colon.El de riguroso smokin, ella hermosa en su vestido azul noche.
¡Cuanto amor entre ellos! ¡Que momentos maravillosos habían vivido!
Suspiró… la mirada perdida. Comenzó a llover. Y bruscamente volvió a la realidad.
Cruzó la calle y presurosa llegó a la casa. Puerta de madera maciza. Tocó el timbre. Al abrir, una voz dulce pero firme la recibió con un reto: ¿Dónde estabas Mercedes ‘? Por el amor de Dios, que susto nos has dado. La Madre Superiora está muy enfadada y te espera una reprimenda. Ya no podrás salir sola, siempre te acompañará alguna de las novicias.
Si te hubiera pasado algo, menudo disgusto le habrías dado a quienes hace cinco años te trajeron a este Hogar.
Anda mira, esta mojada, ¿y el bastón?
Lo perdí, fue cuando lo ví a Javier a mi Javier, de la sorpresa se me cayó y no lo pude levantar. ¡Está tan viejo!, pobre.
Claro – contestó la Hermana- por que tú estas hecha una piba.
Vamos Mercedes, tienes que arreglarte hoy cumples 85 años y abra torta y emparedados.
Despacito tomó la mano de la Hermana y se encaminó a su cuarto.

María Teresa Brugués

yayamaestra@hotmail.com

lunes, 19 de abril de 2010

La visita---Norberto I. Pannone

Había escuchado sus pasos, allí nomás, cerca de la puerta de calle. Reconoció aquel andar pausado, el sonido inconfundible de los tacos repiqueteando en las baldosas de la vereda. Era ella, había vuelto. No tuvo dudas. Tal vez ya no estaba tan lejos como se decía.
Aquel sonido, se repitió hasta detenerse justamente frente a la entrada.
El hombre abrió con ansiedad y el viento helado le golpeó el rostro agitando los pocos cabellos blancos que aún resistían.
No había nadie.
La calle estaba desierta. La brisa fantasmal empujaba algunos papeles abandonados por allí, como al descuido. Cerró la puerta.
¿Cómo podría haber oído tan nítidamente aquel inconfundible taconeo? Pensó que, quizá, su imaginación le había jugado una mala pasada.
Se acostó pero no pudo conciliar el sueño.
El amanecer lo encontró sentado con la mirada perdida en la nada de la evocación. Recuerdos de íntimos paisajes sin tiempo ni sol, sin lluvias, de noches absurdas, sin color de lunas.
La noche siguiente se repitió exactamente lo mismo. Y en la subsiguiente también. Dudó un poco. Hoy, los pasos sonaron con más intensidad que en las noches anteriores. Por un inexplicable sortilegio, parecían estar mucho más cerca. Pensó en no abrir. ¿Para qué lo haría? ¿Para volver a percibir el aullido de la calle desierta? No, esta vez no abriría.
Golpearon. Esto era distinto. Alguien llamaba. Esperó un momento… Los golpes en la puerta fueron más apasionados que en las ocasiones primeras.
Se decidió y la abrió.
Y allí estaba ella, con aquel abrigo azul que hacía juego con sus zapatos descoloridas. La miró con todo el amor de siempre.
“Vamos”, le dijo, y lo tomó de la mano.
Él se aferró a la ella y salieron para enfrentar el gélido céfiro del sur. La calle seguía desierta.
Ellos, ya no se detendrían. Los esperaba el venerable camino de la eternidad.

www.norbertopannone.com.ar

Secretos no revelados---Nélida Ojeda

La calle es un vaivén de múltiples figuras que avanzan y desaparecen y se cruzan con ritmo acelerado. Velocidades que calientan un asfalto envejecido. Papeles que atropellan al viento lo confunden con giros imprevistos que terminan al fin en una esquina. Luces imprecisas colgando entre los cables, que juegan a la mancha con la brisa que mueve proyectando sombras y arabescos multiformes. Luces que se encienden y apagan en cada esquina dando señales de alerta al distraído: es fuego, es verde y de pronto se torna amarillo.
La calle es el teatro de la vida, inmenso escenario del flujo y reflujo que da paso a la existencia. Tumulto, atropello, calzados que se mueven en dos piernas apuradas, un bastón que va cansino sosteniendo los años ya vividos.
La calle es la antesala de todas las viviendas, acopio de basura, testigo de gente que la arroja junto con la marca inconfundible de su ausencia de vergüenza; descarga maloliente de perros vagabundos o con dueños distraídos.
Llega la lluvia, y la calle llora lágrimas monolíticas, sin pañuelo, solitaria, silenciosa.
Vuelve el sol; bullicio, desconcierto, escenario donde actúan ideologías que se expresan, se enfrentan, represión, cortes que interrumpen el cruce de peatones y vehículos, uniformes escudados y el arma siempre lista.
La calles el teatro de la vida. Fiel testigo que escucha, que sabe y no habla, testimonia del crimen, de la muerte sin acceso al tribunal de la condena…
¡Hay… si hablara… qué explosión de verdades escondidas…!

Av. Díaz Vélez 4565
Ciudad autónoma de Buenos Aires.

Pentagoneando---Cayetano Ferrari

1-Busqué el amor en las arenas del desierto. En la forma perfecta de mi cuerpo resplandeciente como único lucero en el océano mórbido. En mis ojos electrizantes. En mis bailes sutiles como la araña insaciable. En mis palabras de arte poético.
El amor…lo descubrí en el andrajoso prisionero, en el rígido profeta. Lo descubrí en una cabeza inerme de ojos asombrados ante la Eternidad. Lo descubrí cuando besé la boca amarga de un Juan Bautista decapitado. (De “Las memorias de Salomé”.)

2-Un destino enceguecido cruza el semáforo de la autopista. Y la catarata de segundos enfurecidos apedrea sin pausa. El sol perpendicular licua el alquitrán. El rojo se ennegrece, es succionado. Queda un manchón inerme que encarcela pensamiento, palabra y amor. No hay lugar para el alma. Nadie frena, ni pregunta, ni grita.
Quizá servirá de referencia: “¿Ve aquel manchón rojo sucio sobre el asfalto?; bueno, gire a la derecha, desde ahí verá el cementerio.

3-Apareció el vaticinador. Advertía desde las esquinas, desde los bares, en las estaciones, en los templos, en los anfiteatros, desde los lupanares, de puerta en puerta: El que tenga mujer, actúe como si no la tuviera. El que tenga trabajo, desocúpese .El que vive angustiado, despreocúpese. El que vive alegre, entristézcase. El que se cree sabio, viva como ignorante. El avaro, arroje sus doblones por las alcantarillas. El pobre que se sienta revestido de belleza. El tiempo se acerca; queda muy poco. Permanezcan despojados y vigilantes.
Todo se oscureció. La noche creció en su desmesura; porque el Sol de ese planeta entró en terror. Retrogradó la órbita y quedó cautivo, quieto, sin salida, fijo. El que iluminaba debía oscurecerse, devenir agujero negro. Y se oscureció. Los astrónomos aseguran que será el último planeta en ser descubierto, aunque fue el primero, el más privilegiado en el tiempo inaugural. Se llamó Tierra.

4-¡Qué extraño mundo habrá sido? Las palabras hablaban y el hombre temeroso oía en silencio. Las palabras nombraban. Y en una aurora copos de nieve fueron diferenciándose tanto…Tanto que aparecieron infinitas formas: Las arenas, las cordilleras, los océanos, los ríos…los pájaros, los árboles, cuadrúpedos, cetáceos, estrellas, meteoros, planetas, agujeros negros, pulsares, quarkos…El hombre fijaba insomne en la memoria los nombres. Hasta que en cierto momento decidió imitar a las palabras. Con timidez, ansiedad.
Así el hombre aprendió a hablar y a usar y transformar lo creado por La Palabra. Cuando el hombre se empinó en las palabras, La Palabra descansó en el silencio.

5-Cuando la paupérrima región anunció al mundo que podía vender toneladas de material útil para la desintegración nuclear, la conmoción recorrió los centros de investigación atómica. Los más sensatos de la región explicaban así: “Nosotros no tenemos cementerios, ni nada que se les parezcan. Directamente incineramos a nuestros muertos de manera artesanal, no por maldad sino por miseria. Piense que nuestras locuras proceden de tener el estómago vacío y los celebros llenos de aire- como diría el ilustre Cervantes. Así fue siempre, durante siglos- por miseria- incineramos a los muertos. Y ese polvo desparramado por la región se transmutó en uranio enriquecido, naturalmente. ¿No creen en el amor más allá de la muerte, según Quevedo, en el polvo enamorado?”

cayetanoferrari@yahoo.com.ar

domingo, 18 de abril de 2010

Viaje de egresados---Olga Levy

Paro un taxi. Subo, saludo y el chofer me contesta cordialmente. La comunicación surge con facilidad. El tema gira en torno de la violencia e inseguridad.
-Soy profesora y conozco el tema.
-¿Si, dónde trabaja?
Le contesto, y aclaro de mi relación con los adolescentes. Las dificultades por las que atraviesan. Las carencias-no sólo económicas-sino también afectivas.
-Sí, señora es cierto. La culpa no sólo es de ellos. Los padres tienen su buena cuota.
-Efectivamente. Los padres se preocupan, sin embargo, muchos no se ocupan.
-No es tan así…- me contesta el “tachero”.
Su voz agradable, y sus atinadas palabras me cautivaron.
-Señora, tengo 50 años, y sólo llegué hasta sexto grado (el séptimo actual). Tengo dos hijas adolescentes. Comparto con mi esposa los problemas de la juventud.
-Lo felicito, señor
Me relató una historia ejemplar. El “tachero” es el protagonista.

-Mariana, ¿cómo viajarán?
-En micro, papá.
-¿Por qué no en avión?
-Porque es más caro.
-Mariana, es poca la diferencia. Es mejor que viajen en avión. Pueden aprovechar más de dos días.
-¡No, papá! Todos queremos ir en micro.
-Bueno, está bien. Me gustaría charlar con los padres de los chicos. Algunos compañeros, si quieren, pueden participar de la reunión.
El padre de Mariana, los convocó para conversar acerca de las bondades del viaje en avión. Habló de la diferencia de pesos, frente a las ventajas. Les dijo que aprovecharían nueve días y nueve noches, el trayecto le llevaría más o menos tres horas. Los compañeros de Mariana se opusieron. Claramente se advirtió que pensaban en la “farra” del micro, en la fiesta muchas veces eclipsada por la bebida y el estruendo de los adolescentes. El “tachero” siguió con sus argumentos y finalmente sus palabras-persuasivas-convencieron a los padres de los chicos. Tras un silencio de aprobación, se alzó la voz del “tachero”:- Señores, hay disponible un pasaje para viajar a Bariloche. La empresa otorga uno por contingente. ¿Quién de ustedes quiere aprovecharlo?
Ante esta formulación, casi el 90% de los padres expresó que él sería el indicado para acompañarlos.
-Papá, ¿vos?
-Sí, Mariana. Si me aceptan, sí.
Dos o tres padres-bastante ofuscados-se opusieron. Imaginaron algún arreglo con la empresa aérea. El buen hombre se sintió mal. Rechazó el ofrecimiento de compartir el viaje. Un murmullo cercó a los padres. Todos opinaron. Finalmente, el voto fue unánime: el “tachero” fue elegido para que los acompañara. Y, él, que con sus palabras había convencido de las bondades del viaje aéreo, fue convencido y aceptó.

En el aeroparque J.Newbery estaban todos: los padres, los alumnos y los coordinadores que debían viajar. Pasaron la banda de seguridad y revisión sin problemas. De pronto, suena la “chicharra”. El aviso de algo que no podía pasar. Uno de los muchachos confesó que tenía una petaca de coñac.
-La llevo porque sufro mucho del frío.
-Está bien-dice el padre de Mariana-. Dámela, yo podré pasarla. Cuando lleguemos te doy el coñac.

El vuelo muy bueno. Sin inconvenientes. Llegamos a Bariloche a las 9.30. Nos trasladamos hasta el hotel. Los coordinadores que eran tres hicieron los trámites necesarios para ubicarnos en las habitaciones. Los cuartos reservados y dispuestos para hospedarnos. Quedamos en encontrarnos para almorzar juntos.
Se aprovecharon las horas de la tarde. Algunos descansaron, otros tomaron contacto con los espacios disponibles para disfrutar. Otros-cámara en mano-trataban de captar las maravillas del paisaje. Todo dispuesto. Las bondades climáticas exaltaban aún más el panorama.
Cenamos, todos eufóricos, porque después iban a una “disco”. Felices porque iban a bailar. Me acerqué y le dije que los acompañaría.
-¡Papá!-exclamó Mariana.
-Solamente los acompañó para conocer el lugar.
Uno de los coordinadores conversaba muy entusiasmado con Mariana. Me acerqué:
-Mirá, Fulano, Mariana es mi hija. Cuidado… y atención que las otras chicas son como si fueran mis hijas. Charlé un rato con él. Diversión sin excesos, disfrute sin posteriores amarguras.
Los dejé en la “disco”. Regresé al hotel seguro de que no habría problemas.
A los pocos días surgió un conflicto. Dos o tres alumnos mostraban una actitud extraña. Los observé y constaté que estaban medio “raros”. Investigué, quise saber qué pasaba. Sospeché de nuestro grupo. Charlé con algunos muchachos. Me confesaron que no sabían nada. Reflexioné, tenía una idea fija. Conversé con los coordinadores.
-Muchachos, ¿qué pasa,hay droga?
-¿Cómo? ¿Quién es usted?
Este coordinador-en todo momento-había demostrado su fastidio por mi presencia. Discutimos. Le manifesté mis buenas intenciones; yo los acompañaba porque había sido designado por todos los padres. Mi objetivo era protegerlos, actuar si era necesario y prudente en alguna situación adversa.
El coordinador comprendió mi palabras, me aseguró que ellos no estaban en la “cosa”. Eran de otro grupo. Dudé. ¿Querrían zafar? Medité; y mi espíritu tolerante resurgió. Acepté su explicación. Nos abrazamos. Sellamos una etapa de concordia.
Todos disfrutamos de Bariloche. El clima nos acompañaba en esta armoniosa etapa. Los día pasaron y nuestro regreso se aproximaba.
Buenos Aires, aeropuerto Jorge Newbery. ¡Qué sorpresa! Todos lo padres nos esperaban para demostrarnos la satisfacción de haberme elegido como compañero de viaje.
-Gracias, compartí buenos y malos momentos.
-¿Qué pasó?-preguntó uno de los padres.
-Nada. Está todo bien. La buena convivencia exige actitudes conciliadoras.
Nos despedimos cordialmente.
Llegamos a mi casa. Mariana, mi señora, mi hija menor y yo.
Suena el teléfono. Atiende mi señora.
-Es para vos.
Directivos de la empresa aérea querían conversar conmigo para felicitarme. Enterados de mi comportamiento, de mi espíritu solidario, querían agradecer mi firmeza y responsabilidad. Me obsequiarían una plaqueta en reconocimiento de mi conducta. Mariana y mi mujer llorando me abrazaron.
-Señora, le reitero, solamente cursé hasta sexto grado. He leído y leo mucho; además, aprendo de mis pasajeros. Lo bueno y lo malo. Es ida y vuelta.

Me quedé pensando en sus palabras. ¡Cuánta sensatez! Me demostró la base de la comunicación: “Feed back”, retroalimentación. Uno da y el otro recibe-recíprocamente. Las palabras, los gestos, actitudes, tonos, riqueza insoslayable que se acrecienta con la significación personal.

Pablo Casals(1876-1973)---José Narosky

“Quien tiene ideas es fuerte.
Pero quien tiene ideales, es invencible.”

Una calurosa noche de agosto de 1973, el público reunido en el Auditorium Mann, en Tel Aviv, estado de Israel, presenciaba un espectáculo inusitado.
Un anciano de noventa y seis años empuñaba el violonchelo con un virtuosismo que no parecía terrenal.
Sería su última actuación en público.
Dos meses después, el 22 de octubre de ese mismo año, fallecía en Puerto Rico el violonchelista Pablo Casals.
Si bien el prestigio del concertista ocultó parcialmente la figura del” hombre”, el mundo supo de su dignidad y de su hombría de bien. Porque por encima de su arte siempre estuvieron sus principios.
Sabía que su dignidad se cobraría un precio, pero estaba dispuesto a pagarlo.
Casals había nacido en España en 1876, en un pueblito de Cataluña.
Fue en un comienzo violinista, y sus primeras actuaciones las realizó en los cafés de Barcelona, capital de esa región.
Tenía dieciséis años cuando dio un concierto de violonchelo en Madrid, mostrando ya la personalidad y el talento que lo convertirían en el indiscutido maestro de ese instrumento.
Fue uno de esos artistas cuyas alas atravesaron fronteras.
Su primer concierto en París a la edad de veintitrés años, le significó la consagración definitiva. De allí en más comenzó a viajar por el mundo con su violonchelo, actuando como solista.
También dirigió orquestas, las filarmónicas de Londres y de Nueva York. Llegó a ejecutar su instrumento ante mandatarios de distintos países.
“Pongo mi alma en la música”, declaró al cumplir noventa años.
Pablo Casals se casó tres veces. En 1956-contaba ya ochenta años- se casó con una de sus alumnas: Marta Montañés, de veintiún años, que lo acompañaría hasta su muerte. Este casamiento confirmó que además de un gran concertista, Casals y era un gran optimista…
Había jurado al irse de España, su patria, en 1939, no volver a su país natal mientras gobernara el general Franco. Y cumplió con su promesa.
Es que las mayores y más juntas rebeldías siempre las protagonizaron hombres piadosos.
Fijó entonces su residencia en Francia, en un pueblito cercano a la frontera española llamado Prades. Casals estuvo en Buenos Aires dos veces: en 1937 y posteriormente en 1964-teniendo ya ochenta y ocho años- momento en que emprendió una gira mundial.
El público porteño lo ovacionó la noche de su primera presentación en el teatro Colón, saludando en él a uno de los músicos más eminentes de su época.
Casals fue no sólo el más grande violonchelista de nuestro siglo; quizá haya sido el más perfecto que existió desde que se creó ese instrumento. Pero fue además un insobornable héroe cívico catalán, que por encima del concepto que en cada uno de nosotros pudieran merecer sus convicciones políticas, supo ganarse el calificativo de Patriota, así, con mayúscula.
Fue un ejemplo universal, no sólo nacional o regional en cuanto significa esta palabra.
Su vida constituyó un modelo de conducta, madurada y probada en la lucha por sus ideales. Y como tal, no se sintió enemigo de nadie, aunque sí adversario. Porque así como los hombres que matan por imponer ideas, hay otros hombres, como Pablo Casals, que hubieran muerto por defenderlas
Hay una anécdota simple, pero honda, que lo pinta de cuerpo entero.
En la plenitud de su fama debía actuar una noche en Johannesburgo, la ciudad más importante de Sudáfrica, un hermoso país que visitamos hace algunos años y al que volveremos a referirnos en este mismo libro.
Almorzando Casals en el hotel el día del recital, el mozo de color que lo atendía, tras expresarle su admiración, le manifestó que él estudiaba hacía ya muchos años ese instrumento, precisamente por influencia del maestro catalán.
-¿Le molestaría, maestro, oírme ejecutar durante algunos minutos-le preguntó el mozo. Y agregó-: he traído el instrumento al hotel con esa esperanza porque para mí sería muy importante una opinión suya. No se imagina con cuánta ilusión espere esta posibilidad.
-¡Cómo no! ; venga usted a mi habitación luego del almuerzo y le escucharé gustosamente.
Un rato después, el mozo ejecutaba una melodía en su instrumento con un único y singular oyente: el maestro.
Casals se sorprendió gratamente al oírlo.
-Venga esta noche a mi concierto en el teatro Municipal. Yo le invito-exclamó entusiasmado. Y mañana hablaremos de usted.
-No podré ir-le dijo el mozo- porque como soy negro y en Sudáfrica rige el apartheid, tengo prohibido asistir al teatro Municipal.
-¡Pero usted en mi invitado! Tome estas entradas y no deje de concurrir. Yo lo voy hacer entrar; no se preocupe, que si no le permiten asistir, no actuaré.
El mozo quedó al mismo tiempo conmocionado y agradecido. Es que así como la fuerza logra adhesiones, la comprensión logra hermandades.
Y llegó la hora. Un público entusiasta desbordaba la sala. Funcionarios del gobierno de alto nivel ocupaban las primeras filas. Al mozo de color le fue inicialmente impedida la entrada. Faltaban 15 minutos para el comienzo de la función y el músico estaba afinando su instrumento cuando fue informado por su representante de aquella circunstancia, en presencia del empresario. En ese momento el concertista afirmó:-El señor que está en la puerta es mi invitado. Si no lo admiten, no daré mi concierto.
El empresario trató de convencerlo con delicadeza. Pero ante la negativa de Casals, terminó diciéndole ásperamente:
-Tiene usted un contrato firmado y solo aceptaremos su negativa a actuar si tuviese un problema de salud. Sepa que si se niega a tocar, y hay una cláusula en su contrato que le especifica, para poder abandonar el país deberá abonar cincuenta mil dólares por el perjuicio ocasionado.
-Pues pagaré la indemnización, pero no tocaré en ningún lugar donde se juzgue al hombre por su color, raza o religión.
Y se retiró del teatro.
Sabemos que la dignidad suele pagarse cara. Pero tampoco ignoramos que el digno no acepta rebaja.
La historia de la humanidad nos demuestra reiteradamente que cuanto más valioso fue un hombre, más valorizó a los demás. Y esos seres siempre estuvieron dispuestos a dar el corazón por sus semejantes. Pero no por ello lo gastaron. Sólo lo revivieron. La comprensión y el alto sentido ético de Pablo Casals, cuya jerarquía espiritual no necesita heráldica, nos lleva a este aforismo:
“¡Comprender! Sólo diez letras, / Y salvarían al hombre…!”

(De“Sembremos”-Ed. Planeta

Recóndita aventura---Viviana Walczak

“el comportamiento es un espejo en el que cada uno muestre su imagen”
Johan Wolfang Von Goethe (1749-1832)
El paisaje crepuscular parecía engullir a la mujer junto a su vehículo que avanzaba, vertiginoso, por la desolada carretera. Los árboles y los postes telefónicos se habían borrado de su visión debido a la extrema velocidad que, su delicado pie, imprimía al acelerador. El constante ulular del viento, con su furia inaudita, azotaba al auto en una clara manifestación de poderío hacia el intruso que había osado interponerse en su trayecto. Lía, la conductora, sentía una sensación de libertad incomparable, lejos de las obligaciones diarias, de los hijos adolescentes, casi siempre ausentes y, sobre todo de su incauto y quejoso marido.
Recordó, con voluptuoso placer, las breves líneas dejadas al esposo en una hoja cuadriculada, adosada con un imán en la puerta de la heladera. Con su pequeña letra, prolija y apurada, como tantas otras veces, había escrito:
-“Querido, voy a la casa de mi hermana y regresaré mañana. La comida está en el refrigerador. Cuídate. Un beso. Lía.”
Temeraria y, a la vez risueña, observó con el rabillo del ojo a su presuntuoso amante que, plácido, dormitaba recostado en el asiento lindante. Se deleitó, un instante, en la contemplación del perfil varonil que tanto la había subyugado unos años atrás.

Bruscamente, notó que los vidrios polarizados se oscurecían y pasaban del gris esfumado al negro azabache. Todo el parabrisas ennegreció. Impidiéndole ver la ruta. Tan sólo penetraba un débil haz de luz por la ventanilla del acompañante…
Elevó la cabeza para tratar de entender qué había sucedido y, en esa fracción de segundo, comprendió que su espléndido automóvil estaba comprimido debajo de la cisterna de un gigantesco remolque. La minúscula luminosidad de la abertura languideció y, el aterrador estrépito de una chapa se prensó sobre ella, enclaustrándola dentro del metálico ataúd. Después, un impenetrable silencio se apoderó del horizonte, aquietando al viento.

“Vivencias ocultas”, Creadores Argentinos.
vivianawalczak@fibertel.com.ar

El bote---Eduardo Santamaría

Miguelito había construido su bote con madera de cajones que le facilitó doña Inés, la dueña de la frutería. Lo revistió de brea por dentro y por fuera.
Su berretín era navegar. Y no encontró otra manera que bautizar su embarcación, debajo del puente negro que cruzaba la calle Intendente Noel, por entonces de barro. Sobre el puente yacían en las vías del Ferrocarril Central Argentino y por debajo cuando llovía y el agua anegaba un tramo de la calle y formaba riachos, que Miguel aprovechaba para dar impulso a su hobby doméstico y casero.
No faltó en el barrio quienes quisieran emularlo. Algunos sucumbieron por falta de pericia. Unos fueron a parar al fondo de la improvisada laguna; otros, decepcionados, siguieron con sus juegos habituales en el tramo anegado de la calle Intendente Noel.
Miguel quedó como líder absoluto de la proeza náutica.
Pasaron los años, los chicos se hicieron grandes; Miguel, también. El potrero frente al ferrocarril se cubrió de yuyos y malezas. El tren ya no pasa por el puentecito negro… las vías están desiertas.
Después de muchos años la municipalidad cumplió su promesa. Asfaltó parte de las calles del barrio: también le tocó el turno a Intendente Noel, que cambió de nombre… en la actualidad curiosamente se llama río Atuel.

Manuela Pedraza 5780-Ciudad autónoma de Buenos Aires

sábado, 17 de abril de 2010

Payadores---Hipólito López

Fueron los criollos o gauchos que con su guitarra durante el Virreinato del Río de la Plata, en ocasión de producirse las invasiones inglesas en 1806 y 1807 por la defensa y Reconquista de Buenos Aires, evocaron las hazañas de los patriotas en memorables jornadas. Uno de los primeros fue Pantaleón Rivarola. En plazas, mercados, ventas y atrios aparecieron estos relatores espontáneos que con guitarra, vihuela, rabel o rústica pandereta mantenían fresco el recuerdo de esas gloriosas jornadas.
A partir de 1810 acompañaron a las tropas libertadores en la campaña de la Independencia Argentina y Continental, con el beneplácito de los comandantes en jefe: San Martín, Belgrano, Mitre, Sarmiento y otros próceres. En otras latitudes americanas los payadores conociéronse como palladores, trovadores, juglares, cantadores: Antillas, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, México.
Los payadores nacionales actuaron en estancias, ranchos, postas, ramadas, fogones, bailes, Velorio de Angelito, la trilla, la doma, la yerra, además de la pulpería o almacén de ramos generales. Entre vino Carlón, caña, ginebra, yerba y tabaco luciéronse entre grandes payadas los siguientes cultores: José Bettinoti, Maximiliano Santillán, Pablo J.Vázquez, Nemesio Trejo, Gabino Ezeiza, Federico Curlando, Arturo Mathon, Higinio Cazón. Además no olvidaremos mencionar a Bartolomé Hidalgo, Ascasubi, Estanislao del Campo, José Hernández. Según los estudiosos del tema deben contabilizarse 228 cultores del arte payadoril. Agregarle 33 payadores uruguayos vinculados con nuestro ámbito en el período comprendido entre los años 1800 y 1957. Esta legión de payadores rioplatenses ha dejado huellas imborrables en la cultura nacional y continental. En publicaciones tales como “El arte de los payadores”, de Ismael Moya e “Itinerario del payador, de Marcelino M. Román- entre otras- han quedado documentadas notables episodios de este arte nacional.

Lavalle 1549- primer piso-
1048-C.A. de Bs.As.

Amor---Gittel Gruber

Pese a la gran violencia que existe en nuestro país, yo soy optimista. Insisto, cuando comencemos a ser solidarios con el prójimo y bajemos nuestros niveles de soberbia, de bronca, de rencor. Cuando empecemos a querernos más (más allá de las palabras) y a mirarnos con una sonrisa, iremos por fin por el buen camino. Un ejemplo simple: miremos a las enfermeras que atienden con abnegación a los enfermos. Los maestros que enseñan con amor a sus alumnos. A aquella parte de la sociedad que ayuda a los niños desamparados. Las señoras que donan sus horas libres en el hospital para ver a los niños más felices. Días atrás observé por la ventana como la paloma venía en busca una ramita, la llevaba en su pico, y así varias veces lo hizo preparando el nido de sus palomitas. La gallina clueca, impulsando para que nazcan los pollitos, o la vaca que amamanta a sus terneritos. Y qué decir del inmenso amor de los padres hacia sus hijos. Por suerte son más los buenos y mejores momentos que los malos.
No todo está perdido. El siguiente ejemplo lo demuestra. Mi tío me vino a buscar con la camioneta para visitar a mi tía por insistencia mía. Ella está internada en un geriátrico en Moreno, por el mal de Alzeimer. Apenas subí el tío comenzó a correr como un loco y yo le advertí por qué ese apuro “si la tía no te reconoce” y él me contestó “pero yo sí y cada vez que la visito la encuentro más linda y porque yo la amo”. Esa respuesta me shockeó. Tenía razón, el amor existe, por eso la esperanza es que sigamos para adelante queriéndonos siempre.

grubergittel@yahoo.com