Paro un taxi. Subo, saludo y el
chofer me contesta cordialmente. La comunicación surge con facilidad. El tema gira en torno de la violencia e inseguridad.
-Soy profesora y conozco el
tema.
-¿Si, dónde trabaja?
Le contesto, y aclaro de mi
relación con los adolescentes. Las dificultades por las que atraviesan. Las
carencias-no sólo económicas-sino también afectivas.
-Sí, señora es cierto. La culpa
no sólo es de ellos. Los padres tienen su buena cuota.
-Efectivamente. Los padres se
preocupan, sin embargo, muchos no se ocupan.
-No es tan así…- me contesta el
“tachero”.
Su voz agradable, y sus atinadas
palabras me cautivaron.
-Señora, tengo 50 años, y sólo
llegué hasta sexto grado (el séptimo actual). Tengo dos hijas adolescentes.
Comparto con mi esposa los problemas de la juventud.
-Lo felicito, señor
Me relató una historia ejemplar.
El “tachero” es el protagonista.
-Mariana, ¿cómo viajarán?
-En micro, papá.
-¿Por qué no en avión?
-Porque es más caro.
-Mariana, es poca la diferencia.
Es mejor que viajen en avión. Pueden aprovechar más de dos días.
-¡No, papá! Todos queremos ir en
micro.
-Bueno, está bien. Me gustaría
charlar con los padres de los chicos. Algunos compañeros, si quieren, pueden
participar de la reunión.
El padre de Mariana, los convocó
para conversar acerca de las bondades del viaje en avión. Habló de la
diferencia de pesos, frente a las ventajas. Les dijo que aprovecharían nueve
días y nueve noches, el trayecto le llevaría más o menos tres horas. Los
compañeros de Mariana se opusieron. Claramente se advirtió que pensaban en la
“farra” del micro, en la fiesta muchas veces eclipsada por la bebida y el
estruendo de los adolescentes. El “tachero” siguió con sus argumentos y
finalmente sus palabras-persuasivas-convencieron a los padres de los chicos.
Tras un silencio de aprobación, se alzó la voz del “tachero”:- Señores, hay
disponible un pasaje para viajar a Bariloche. La empresa otorga uno por
contingente. ¿Quién de ustedes quiere aprovecharlo?
Ante esta formulación, casi el
90% de los padres expresó que él sería el indicado para acompañarlos.
-Papá, ¿vos?
-Sí, Mariana. Si me aceptan, sí.
Dos o tres padres-bastante
ofuscados-se opusieron. Imaginaron algún arreglo con la empresa aérea. El buen
hombre se sintió mal. Rechazó el ofrecimiento de compartir el viaje. Un
murmullo cercó a los padres. Todos opinaron. Finalmente, el voto fue unánime:
el “tachero” fue elegido para que los acompañara. Y, él, que con sus palabras
había convencido de las bondades del viaje
aéreo, fue convencido y aceptó.
En el aeroparque J.Newbery
estaban todos: los padres, los alumnos y los coordinadores que debían viajar.
Pasaron la banda de seguridad y revisión sin problemas. De pronto, suena la
“chicharra”. El aviso de algo que no podía pasar. Uno de los muchachos confesó
que tenía una petaca de coñac.
-La llevo porque sufro mucho del frío.
-Está bien-dice el padre de
Mariana-. Dámela, yo podré pasarla. Cuando lleguemos te doy el coñac.
El vuelo muy bueno. Sin
inconvenientes. Llegamos a Bariloche a las 9.30. Nos trasladamos hasta el
hotel. Los coordinadores que eran tres hicieron los trámites necesarios para
ubicarnos en las habitaciones. Los cuartos reservados y dispuestos para
hospedarnos. Quedamos en encontrarnos para almorzar juntos.
Se aprovecharon las horas de la
tarde. Algunos descansaron, otros tomaron contacto con los espacios disponibles
para disfrutar. Otros-cámara en mano-trataban de captar las maravillas del
paisaje. Todo dispuesto. Las bondades climáticas exaltaban aún más el panorama.
Cenamos, todos eufóricos, porque
después iban a una “disco”. Felices
porque iban a bailar. Me acerqué y le dije que los acompañaría.
-¡Papá!-exclamó Mariana.
-Solamente los acompañó para
conocer el lugar.
Uno de los coordinadores
conversaba muy entusiasmado con Mariana. Me acerqué:
-Mirá, Fulano, Mariana es mi
hija. Cuidado… y atención que las otras chicas son como si fueran mis hijas.
Charlé un rato con él. Diversión sin excesos, disfrute sin posteriores
amarguras.
Los dejé en la “disco”. Regresé
al hotel seguro de que no habría problemas.
A los pocos días surgió un
conflicto. Dos o tres alumnos mostraban una actitud extraña. Los observé y
constaté que estaban medio “raros”. Investigué, quise saber qué pasaba. Sospeché
de nuestro grupo. Charlé con algunos
muchachos. Me confesaron que no sabían nada. Reflexioné, tenía una idea fija.
Conversé con los coordinadores.
-Muchachos, ¿qué pasa,hay droga?
-¿Cómo? ¿Quién es usted?
Este coordinador-en todo
momento-había demostrado su fastidio por mi presencia. Discutimos. Le manifesté
mis buenas intenciones; yo los acompañaba porque había sido designado por todos
los padres. Mi objetivo era protegerlos, actuar si era necesario y prudente en
alguna situación adversa.
El coordinador comprendió mi
palabras, me aseguró que ellos no estaban en la “cosa”. Eran de otro grupo.
Dudé. ¿Querrían zafar? Medité; y mi espíritu tolerante resurgió. Acepté su
explicación. Nos abrazamos. Sellamos una etapa de concordia.
Todos disfrutamos de Bariloche.
El clima nos acompañaba en esta armoniosa etapa. Los día pasaron y nuestro
regreso se aproximaba.
Buenos Aires, aeropuerto Jorge
Newbery. ¡Qué sorpresa! Todos lo padres nos esperaban para demostrarnos la
satisfacción de haberme elegido como compañero de viaje.
-Gracias, compartí buenos y
malos momentos.
-¿Qué pasó?-preguntó uno de los
padres.
-Nada. Está todo bien. La buena
convivencia exige actitudes conciliadoras.
Nos despedimos cordialmente.
Llegamos a mi casa. Mariana, mi
señora, mi hija menor y yo.
Suena el teléfono. Atiende mi
señora.
-Es para vos.
Directivos de la empresa aérea
querían conversar conmigo para felicitarme. Enterados de mi comportamiento, de
mi espíritu solidario, querían agradecer mi firmeza y responsabilidad. Me
obsequiarían una plaqueta en reconocimiento de mi conducta. Mariana y mi mujer
llorando me abrazaron.
-Señora, le reitero, solamente
cursé hasta sexto grado. He leído y leo mucho; además, aprendo de mis
pasajeros. Lo bueno y lo malo. Es ida y vuelta.
Me quedé pensando en sus
palabras. ¡Cuánta sensatez! Me demostró la base de la comunicación: “Feed
back”, retroalimentación. Uno da y el otro recibe-recíprocamente. Las palabras,
los gestos, actitudes, tonos, riqueza insoslayable que se acrecienta con la
significación personal.