martes, 4 de mayo de 2010

Salón de baile---Miguel Madrid

Entré en el recoleto silencio
al salón de baile.
La inconfundible
música de un vals,
enmarcaba en los espejos
la prístina imagen de la pareja.
Resplandecían con luz propia
al atravesar la opacidad
de las tules envolventes
y donde los caireles
eran las estrellas
de la bóveda celeste.
En giros cadenciosos, interminables,
las figuras de los amantes,
revivían del frío mármol blanco
y del bronce con pátina de café.
En el beso furtivo
el erotismo y la sensualidad,
corporizaban el espíritu latente.
La mirada perdida
de la esclava griega
huésped de sala contigua,
me estremeció
y por un instante,
pensé en los trágicos amores
de Camille y Auguste,
de Francesca y Paolo.

madrid540@uolsinectis.com.ar

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