sábado, 28 de noviembre de 2009

Deseo cumplido--María Teresa Brugués

El timbre de la puerta la sobresaltó. Abrió. Era Olinda que en voz alta decía:- Te vi, mejor dicho, los vi…, como lo tenías escondido, después de tantos años, ¡por Dios!
Raquel, trató de conservar la calma. –Sentate, ¿querés un té o un café? Llegó el momento de hablar, pero tranquilas. Ambas se sentaron, con sendas tasas de humeante café.
La primera en hablar fue Olinda:- ¿Cuánto hace que lo conocés? Sabes que a pesar de la edad es muy buen mozo.
Raquel aclaró su voz y contestó: -Cuarenta años, el 20 de noviembre de 1969-suspiró y se quedó callada.-Qué barbaridad, Jesús querido, casi una vida ¿y cómo fue?
Raquel se reanimó.-Ese día tomábamos posesión las médicas de la promoción del 60 en el Hospital Central, yo tenía 35 años. El era jefe de la sección cardiología, 40 años, alto, muy consciente de su seducción. No me gustó de entrada, pero eso era lo que había y no podía rechazar el cargo. Pasó un año entre órdenes dadas imperativamente y sobre la marcha palabras de elogio y consideración hacia mi trabajo. Cierta noche de octubre de 1970-un año después-una cena de camaradería nos unió. A partir de ahí se rasgó el velo que nos separaba y el dique de contención que se frenaba nuestros impulsos se rompió. No puedo decirte quién amó más al otro, pero creo que fui yo y comencé a amarlo con el desenfreno que produce la pasión. Yo era libre, todo mi ser anhelaba la llegada del amor.
Olinda la escuchaba embelesada, los codos apoyados en la mesa y las palmas de las manos sosteniendo su cabeza. De pronto preguntó:-Y él, ¿en qué categoría jugaba? ¿Casado, soltero, viudo o separado?-Bueno, como la mayoría de los hombres, casado. Se resistía a confesar la realidady elegía como respuesta una expresión de deseo “separado”. Como muchas veces la respuesta no resultaba creíble, entonces llegaban las explicaciones del caso:…” vivimos juntos, pero por los chicos”. Otra:… “mi papá está muy viejito y no resistiría mi separación, la quiere mucho a mi mujer”. O bien (una carta fuerte) “mi mujer está enferma-la dolencia siempre la misma- los nervios”. Cerraba la explicación:” si la ves no te das cuenta, está regia, pero cuando le agarra… es un desastre”. Y todo terminaba con la mirada triste, expresión de desolación, angustia y como broche de oro: “conocerte a vos fue para mí un bálsamo de paz que tanto necesitaba, sos mi oasis donde me refugio cuando mis problemas llegan al paroxismo. ¡No me dejes nunca mi amor, te lo suplico!”-Bueno, en definitiva-dijo Olinda-estado civil dudoso.
-Y si, cada día lo amaba más y por supuesto esto trae aparejado justificar lo injustificable, salidas clandestinas, fines de semana sola de toda soledad y promesas de pronto cambio, que no llegaba. El fue nombrado director en el hospital de la comunidad en Mar del Plata y allí corría yo cuando podía para embriagarme en la copa del amor y volver a a la capital con un bolso lleno de “todo va a cambiar”.
-Estando en Mar del Plata, ella sufrió un accidente fatal y al tiempo él volvió a su antiguo cargo aquí en la capital. Nunca supe por qué , se transformó en un monje de la orden benedictina, no sabía si era remordimiento, angustia o dolor. Seguimos hablándonos, pero éramos dos hermanos. Sólo estar juntos y en silencio. Las llamadas eran diarias. No cortar nada, vivir siempre en la dulce esperanza y ahora la necesidad de que lo acompañe, para servirle de bastón de apoyo y de tranquilidad.
-Bueno, dijo Olinda, tardó pero ya está, se cumplió tu deseo de salir con él y del brazo por la calle.¿ No era lo que querías? ¿No estás contenta?
-¡No!-contestó Raquel.- ¿Otro café?-Escúchame un poco más. Hace varios años vino a mi consultorio un hombre de unos 40 años, profesor de plástica en escuelas primarias. Magníficos sus trabajos. Tengo un cuadro de él. A raíz de lo que uno desea en las distintas etapas de la vida, me contó que vivía con sus padres inmigrantes italianos en un conventillo en la Boca. A los seis años comenzó a pedirles a los Reyes Magos una bicicleta para jugar con sus amiguitos en las tranquilas calles boquenses. Ese año no llegó, los Reyes estaban muy pobres, explicó a su mamá. Al año siguiente tampoco (la misma razón). Cuando cumplió 10 años desistió resignadamente del pedido. Creció, terminó la primaria, se inscribió en la secundaria en el Prilidiano Pueyrredón. Al cumplir 22 años y con sus ahorros se comparó una bicicleta para ir a trabajar. ¡Ya tenía su bicicleta! Olinda interrumpió: -¿Viste, Raquel, al final ese hombre consiguió lo que quería.- ¡No!-gritó Raquel-no es lo mismo, Olinda, una bicicleta a los ocho años para disfrutar con sus amigos de las alegres tardecitas , que el mismo vehículo a los 22 años, para ir a trabajar sorteando los peligros del tránsito de la ciudad. Y te digo más, salir del brazo y por la calle a los 30 años, gozando la inmensa felicidad del roce sensual del ser amado que a los 75 años sirviendo de bastón humano de un hombre de 80. Ambos, al igual que la bicicleta, se parecían: lo mío después de 40 años salir del brazo por la calle, pero no, no es igual.
Raquel calló de golpe y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ambas no sabían qué decir, la revelación las había dejado sin argumentos. Fue Olinda, el fiscal implacable, que preguntó:-¿Qué vas a hacer, Raquel? ¿Te vas a quedar con él y cuidarlo hasta que…?-¡No!-se apresuró Raquel. Cuando estaba entero, bien, maravilloso, muchas, muchas veces olvidó que yo existía. Su regreso implicaba siempre un velado pedido de auxilio. El amor te obnubila y el corazón no razona. Y allí estaba yo, fiel como el hipocampo, esperando el milagro. Ha pasado mucha agua bajo el puente. Hace una semana contraté una excelente enfermera licenciada en gerontología. Ella cumplirá a la perfección y mucho mejor que yo la tarea.-Oh, emitió Olinda, no vas a poder resistir y dentro de un mes vas a reemplazarla
-Ya lo pensé, para que esto no suceda el lunes que viene viajo a Grecia. Me debía este viaje hace mucho tiempo, fuertes cadenas me impedía moverme; de pronto, se han roto y pude zafarme de ellas. ¡Soy libre!
Acongojada y sollozando, Olinda preguntó:-¿Cuándo vuelves?
Raquel la abrazó fuertemente:-No llores, por favor, a lo mejor vuelvo antes de lo previsto.

yayamaestra@hatmail.com

No hay comentarios: