sábado, 27 de diciembre de 2014

LA CITA--EDUARDO SANTAMARÍA

El día del reencuentro llovía torrencialmente. La decisión de verla lo colmaba de impaciencia. Se habían conocido viajando en subte, ambos trabajaban en un astillero cercano a dársena norte. Salieron un par de veces, no dio resultado. Ella y el venían de romper largos años de noviazgo, y habían quedado resabios de esos dos intentos. La cita en un café ubicado frente al parque Rivadavia a las ocho de la noche. El llego antes a la cita, pidió un café, y se encontró con un amigo que hacía años que no veía. Hablaron sobre temas cotidianos, familia, vecinos, futbol, el barrio, la charla se hizo intensa, afuera la lluvia era más copiosa. Ya habían pasado treinta minutos del horario de la cita. Volvió a mirar impaciente el reloj, decidieron comer algo, siguieron hablando de otros temas, entre charla y charla, paso un tiempo más que prudencial. Tomaron un último café, se despidieron con un abrazo. A penas piso el umbral de la puerta del café un chistido lo hizo darse vuelta, era ella, se acercó, se fundieron en un abrazo, entraron, ocuparon la misma mesa que los escucho contarse sus cuitas de amor. Las manos de él se entrelazaron a las de ella, se miraron tiernamente. Afuera la noche fría, húmeda y la lluvia intensa, empañaron los vidrios del viejo bar. Adentro comenzaba un nuevo capítulo, volverían a encenderse nuevos sueños, cálidas esperanzas, o tal vez sus rumbos encontrarían una vez más una esquina, un bar, frente al parque con su frondosa arboleda y un cielo totalmente luminoso.

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