sábado, 27 de diciembre de 2014

PENTAGONEANDO--CAYETANO FERRARI

1- En los mundos paralelos es posible ver las cosas de otro modo. Llueve. Veo el agua de mi cara en esa esquina del charco. La veo en el riachuelo fétido de la pereza. En la plata turbia depositada en el fondo de otro río. La veo en la ruin fibra del techo que golpetea. En el ojo que brotó de una lágrima. La veo en el olor vacío de una copa. Ayer dormía en la búsqueda de un sueño. ¡Oh cara! Que en el torbellino del Todo me vuelves lluvia.
 2- Y le preguntamos al color mágico: -¿Cómo dibujarías lo normal, lo racional y el misterio? Todos vimos pasar la sombra del arcoíris que corría y silbaba entre la tormenta y el fuego, bajo la forma de una interrogación. (Sin duda, la discusión seguirá)
 3- Sonidos exóticos. Son las intrigas de los siglos que se interpondrán entre nosotros. Lo sé, padre, he pensado en voz alta. Son los enredos de los hombres que se hospedan –ya sabemos- entre la verdad. Se oyó en voz alta. Escribí desnudo en mi propio cuerpo aquello que otro escribió para todos. No hay nada oculto que no deba ser descubierto, ni secreto que no deba ser conocido. Y salí a la calle disfrazado de pájaro exótico. (Inspirado en la música “los pájaros exóticos” de Olivier Messiaen)
 4- Después de la pericia forense, mientras el cirujano guarda el instrumental, ve claramente cómo el cadáver extiende en ángulo recto su brazo derecho y toma el cronómetro cerca de su cabeza y lo estruja con su mano muerta como si fuera albóndiga de masilla y lata. Ahí se dio cuenta de que para el cadáver comenzaba el silencio absoluto. (Del diccionario “Los descubrimientos ocultos”)
 5- Ha llegado el verano tórrido y todos se escabulleron a la costa. Estoy solo en la construcción. El asfalto por la tarde se ablanda y brotan polillas y vermes desde todos los rincones. Cierro las ventanas para no se invadido y porque no soporto ese negro sudor que viene de la calle. La vida del horror se vuelve más evidente y la tristeza me abraza. Mientras… no percibo el perfume de las alhucemas que están arriba. Remuevo un mundo olvidado. Oigo los pasos de dos mujeres que parlotean muy cerca de mí, se alejan. Sé que hay otra presencia muda a metros de mí: qué lástima no poder abrir la puerta y percibir la tibieza de su mano. No piensen en absurdos macabros. Yo miro de lejos las cosas de la tierra –como decía la santa de Liseux- solo acepté desterrarme a un pueblo desconocido y también acepté el destierro del corazón y de los recuerdos. Cuando nosotros seamos átomos de otra historia. Cuando el arcaico amor sea curiosidad de los estudiosos. Estas palabras mías –desde el olvido- resultarán menos incomprensibles que hoy.

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