lunes, 5 de mayo de 2008

UN VIEJO RELOJ

UN VIEJO RELOJ
Lucía tomó la decisión de apartarse de su familia, para comenzar una vida independiente. Alquiló un pequeño departamento al cual trasladó una cama , pequeña mesa, dos sillas rescatadas del patio de la abuela, y algunos cacharros que le dio la madre.
Con su pequeño bagaje de sueños, entró a su nuevo mundo.
Por la pequeña ventana, un rayo de sol le dio la bienvenida. Ese día todo era fiesta.
Limpió, ordenó, un ramo de fresas lució en el centro de la mesa, embriagándola con perfume de ilusiones.
Se recostó en la cama, sus ojos expectantes observaban las paredes vacías. Imaginando en ellas cuadros coloridos, cortinas blancas en la ventana, lamentándose al pensar que el sueldo apenas le alcanzaría para pagar el alquiler y sobrevivir.

Por la noche salió a caminar, la entusiasmaba recorrer los shopping, siempre volvía con algo nuevo, (ahora debía controlarse) Se detuvo ante una vidriera de antigüedades, llamó su atención un reloj de pared, con un dorado péndulo, que hacía sonar cada hora una campanada. Lo imaginó colgado frente a su cama.


Fueron pasando los días. El tiempo siguió su ruta, y en su transcurso nuevos logros: estudio, progresos económicos, la compañía de un hombre que fue para ella el despertar al amor compartido, la llegada de un nuevo ser al mundo, la necesidad de una vivienda más amplia.
El camión de mudanzas llegó temprano, el cielo amenazante cubrió de tristeza el ambiente vacío. La desolación de la ausencia cerró la ventana, la puerta con llave, a la espera a una nueva esperanza. Dormitando en el silencio, un viejo reloj de péndulo añora unas manos piadosas que lo vuelvan al negocio de antigüedades.
CATALINA GU TREJDE

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