sábado, 26 de septiembre de 2009

Pentagoneando--Cayetano Ferrari

1-“Os digo: más fácilmente entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de Dios”. Los discípulos que oíamos nos anonadamos mucho y decíamos: “¿quién puede, pues, salvarse?” Jesús nos miró y dijo: “para los hombres esto es imposible; pero para Dios todas las cosas son posibles.” Entre sus discípulos incrédulos y socarrones estaba yo. De regreso a casa, en un recodo, Jesús me esperaba e invitó a revisar mi incredulidad. Sólo me dijo: “ Sígueme; no olvides de llevar una aguja.”
Fui lanzado hacia el viaje. Me alejé de la tierra hasta la distancia de un parsec. (La palabra y su significado vinieron a mí como una saeta.) Un parsec, es decir, 3,3 años luz. Que viajé tres años y tres meses a la velocidad de la luz, a 300.000 kilómetros por segundo. Es difícil imaginarse la distancia, una comparación aclarará la incredulidad. Tenía una aguja entre mis dedos y veía la Tierra metida en el ojo de la aguja. Habían pasado todos los camellos y todos los ricos de la tierra por esa minúscula ojiva. No me pregunten si es un milagro o es relatividad, porque no sabría qué responderles. Dios tiene su estilo. El regreso fue mucho más lento. No se cuántos años tengo, en este invierno del siglo XXI, en Buenos Aires.
2- Como un novísimo Rocambole (bendito y vilipendiado) lo perseguí hasta ese refugio singular. Entró; y durante horas cercamos el reducto cuidadosamente. Cuando, más tarde, el grupo especial forzó la entrada encontró tan sólo una rata enorme. Dejó atraparse sin el intento de corridas ni saltos. Remitida al laboratorio de análisis, el jefe propuso encerrarla con un gigantesco gato. Días después, aparecieron dos gatos corpulentos e idénticos. Los jueces quisieron ser ecuánimes: ambos gatos serían decapitados. (Mis objeciones no prosperaron.) Decapitado uno de los gatos, no hubo sorpresas: terminó como un pobre gato: cabeza por un lado y cuerpo por el otro. El segundo gato apareció inverosímil: por un lado el cuerpo; pero la cabeza expulsó por los aires decenas de novísimos enanitos gritones, rocambolescos, a las carcajadas. El enigma sin dudas, se multiplicará…
3- Según eruditas recomendaciones, acepté introducirme un profiláctico en el corazón para que no quedara expuesto a mis propios virus deconstructivistas de muerte. El costo arrastró toda mi fortuna. Después de la cirugía, cuando analizaron mi VDDT cardíaco, yo no tenía salvación posible. Novísimos, mutantes, habían inutilizado mi corazón y todo mi sistema inmunológico. Comprendí el gran fraude. ¡Qué locura! Bueno; ahora estoy acostumbrándome a vivir sin corazón y he formado una cofradía muy influyente que preconiza el uso de profilácticos para evitar la vida nueva.
4- “Odio y amo… no sé, pero siento que eso es así y me atormenta!” –Catulo. En segundos rompí el equilibrio de la serenidad y del encanto. Fue casi nada que logró demudarme y olvidé que estaba frente al amor. Y odié. Las palabras nocturnas… no fui avaro y se me desbocó el alma… y desgarré la sutil trama del amor. Más rápido que nuestros pensamientos y que nuestras emociones penetraron tan hondo. ¿Por qué las palabras, tan inmateriales y tan imposible de olvidar, duelen siempre? Suelen transformarse en cadenas que el encadenado y los demás no perciben. Y ya no tengo manera de ir a casación. Con palabras he matado el amor. Odié y amé. Amo y odio.
5- En aquella universidad, de matemáticas e informática, estudiaban la posibilidad de que mil millones de simios tecleando cada segundo la frase to be or no to be (13 caracteres) durante 13.700.000.000 de años , tendrían una probabilidad de uno por millones de componer, es decir, de poner en orden los 13 caracteres mencionados. De pronto, surgió en un teclado la frase “ser o no ser”, clara y distinta. El director de la experiencia, conmocionado, se acercó al simio cautelosamente y le preguntó:
-¿Dime, simio genial, cuál es tu nombre?
-William Shakespeare, señor.
El director se volvió resueltamente a la asamblea: “¡Quedan abolidas las asambleas de estudiosos! El estudio de la incertidumbre es un anacronismo. Debemos retrogradar: estamos en septiembre de 1616. Acabamos de inaugurar a Shakespeare. Profundizaremos en el eterno retorno”.


cayetanoferrari@yahoo.com.ar

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