jueves, 19 de junio de 2008

PASEO CON LIDIA---AQUEL MEDIODÍA

DE PASEO CON LIDIA
Su prima mayor, la llevaba de paseo. Allí en Flores, por las calles Bacacay y Boyacá reveían los árboles bordeándola, y se formaba un túnel de belleza…
El tranvía 99, paró su marcha, para que bajaran, luego caminaron unos pasos, y llegaron a una casa con puerta de madera marrón de forma oval, tocaron el timbre, y atendió una viejecita de larga pollera oscura y una pañoleta blanca, que no sonrió, ni besó a las recién llegadas, y desapareció detrás de una cortina. Las primas se sentaron en las sillas de un solitario vestíbulo…silencio absoluto…es eso, abrióse una puerta con chirrido y apareció un hombre alto, viejo, gordo, con melena leonina, peinado hacia atrás, cuello fofo, cara blanda… la prima mayor lo saludó, éste apenas contestó, besó a la niña, dejándole mojada la mejilla.
“Sáquenle el vestido”-ordenó a Lidia; ésta le quitó la ropa.
Alicia no estaba cómoda ni contestaba, y se quedó solo con su enagüita blanca, cortita…
El hombre la llevó a otra habitación, en la pared había manos, manos blancas, caras, caras muertas, ojos cerrados…la niña sólo quería escapar.
Encontró, entonces la mano de Lidia y la apretó fuerte, fuerte…¿dónde estaría mamá?...prendieron otra luz, el hombre horrible trajo una caja y la abrió. Sacó un hermoso vestido celeste, se lo dio a Lidia y ella vistió a Alicia y la subieron a una tarima.
“Quedate quietita” El hombre trajo una enorme tela y la colocó en un atril, también trajo una caja de pinturas. Alicia no entendía, pero no estaba cómoda…Lidia le decía: “Quietita, quietita”, y comenzó a pasar un pincel en la tela, el hombre gordo observaba el cuadro y daba consejos a la alumna…la niña esbozó una ligera sonrisa…ya no tenía miedo. Le mostraron una niña parecida a ella que miraba desde un cuadro. ¡Qué bonita era!
SILVIA SERRA DAVISON



AQUEL MEDIODÍA
La quietud del mediodía de un intenso verano. Sólo los autos, deslizándose veloces por la acera, y la gente que camina, distraída y sin mirar. No hay gritos ni voces, ni ruidos extraños y en ese ajetrear diario y con el tiempo justo, nadie te vio, ni reparó en tu presencia. En el umbral de esa casa con zaguán, estabas tan quieto e indefenso, parecías implorar que alguien te busque o te lleve.
Me detuve a mirarte, porque siempre quise tener un ejemplar así. ¿Quién te habrá dejado aquí olvidado? Seguramente, has sido un buen amigo de sus días y sus noches y, ahora ni siquiera te recuerda, o quizá te haya perdido y se pregunte adónde está. Trato de buscar algo, que identifique a tu dueño, pero no, nada, ningún dato, ninguna referencia.
Lo cierto es que no quiero que el polvo del ambiente o una posible lluvia aquí, en la intemperie, te ensucie y se dañe tu lomo tan bonito y brillante y, a pesar de mi indecisión, es más fuerte el deseo de querer ser tu amigo y disfrutar de todo lo que me puedes dar. La verdad es que me gustas mucho y eso, que no conozco tu interior, tu verdadera alma.
Así que estoy dispuesta a llevarte conmigo para que tu hermoso corazón me hable.
¡Querido libro!
CATALINA MOLINARI
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