lunes, 19 de abril de 2010

Pentagoneando---Cayetano Ferrari

1-Busqué el amor en las arenas del desierto. En la forma perfecta de mi cuerpo resplandeciente como único lucero en el océano mórbido. En mis ojos electrizantes. En mis bailes sutiles como la araña insaciable. En mis palabras de arte poético.
El amor…lo descubrí en el andrajoso prisionero, en el rígido profeta. Lo descubrí en una cabeza inerme de ojos asombrados ante la Eternidad. Lo descubrí cuando besé la boca amarga de un Juan Bautista decapitado. (De “Las memorias de Salomé”.)

2-Un destino enceguecido cruza el semáforo de la autopista. Y la catarata de segundos enfurecidos apedrea sin pausa. El sol perpendicular licua el alquitrán. El rojo se ennegrece, es succionado. Queda un manchón inerme que encarcela pensamiento, palabra y amor. No hay lugar para el alma. Nadie frena, ni pregunta, ni grita.
Quizá servirá de referencia: “¿Ve aquel manchón rojo sucio sobre el asfalto?; bueno, gire a la derecha, desde ahí verá el cementerio.

3-Apareció el vaticinador. Advertía desde las esquinas, desde los bares, en las estaciones, en los templos, en los anfiteatros, desde los lupanares, de puerta en puerta: El que tenga mujer, actúe como si no la tuviera. El que tenga trabajo, desocúpese .El que vive angustiado, despreocúpese. El que vive alegre, entristézcase. El que se cree sabio, viva como ignorante. El avaro, arroje sus doblones por las alcantarillas. El pobre que se sienta revestido de belleza. El tiempo se acerca; queda muy poco. Permanezcan despojados y vigilantes.
Todo se oscureció. La noche creció en su desmesura; porque el Sol de ese planeta entró en terror. Retrogradó la órbita y quedó cautivo, quieto, sin salida, fijo. El que iluminaba debía oscurecerse, devenir agujero negro. Y se oscureció. Los astrónomos aseguran que será el último planeta en ser descubierto, aunque fue el primero, el más privilegiado en el tiempo inaugural. Se llamó Tierra.

4-¡Qué extraño mundo habrá sido? Las palabras hablaban y el hombre temeroso oía en silencio. Las palabras nombraban. Y en una aurora copos de nieve fueron diferenciándose tanto…Tanto que aparecieron infinitas formas: Las arenas, las cordilleras, los océanos, los ríos…los pájaros, los árboles, cuadrúpedos, cetáceos, estrellas, meteoros, planetas, agujeros negros, pulsares, quarkos…El hombre fijaba insomne en la memoria los nombres. Hasta que en cierto momento decidió imitar a las palabras. Con timidez, ansiedad.
Así el hombre aprendió a hablar y a usar y transformar lo creado por La Palabra. Cuando el hombre se empinó en las palabras, La Palabra descansó en el silencio.

5-Cuando la paupérrima región anunció al mundo que podía vender toneladas de material útil para la desintegración nuclear, la conmoción recorrió los centros de investigación atómica. Los más sensatos de la región explicaban así: “Nosotros no tenemos cementerios, ni nada que se les parezcan. Directamente incineramos a nuestros muertos de manera artesanal, no por maldad sino por miseria. Piense que nuestras locuras proceden de tener el estómago vacío y los celebros llenos de aire- como diría el ilustre Cervantes. Así fue siempre, durante siglos- por miseria- incineramos a los muertos. Y ese polvo desparramado por la región se transmutó en uranio enriquecido, naturalmente. ¿No creen en el amor más allá de la muerte, según Quevedo, en el polvo enamorado?”

cayetanoferrari@yahoo.com.ar

No hay comentarios: