Estaba
caminando por la costa, rumiando eterno descontento, miraba el mar grandioso,
arrogante, misterioso…, no lograba calmar mi enojo.
A lo lejos
entre nubes y azules en el cielo se destacó un arco iris, imponente en su cálida
belleza. Asombrada, pues siempre causa asombro, a pesar de los siglos que
tiene, pues el Señor lo puso en el cielo como promesa que nunca más el agua y
el diluvio nos iba a destruir, calmó mi enojo.
Una sonrisa
se dibujó en mi boca. Llamó la atención a otros turistas trajinantes y allí
quedamos observando el cielo. Todos sonreíamos…Nos separamos amablemente
siguiendo nuestros caminos; nos sentimos limpios.
Estoy segura
que desde el cielo Alguien sonrió con nosotros.
( Este
trabajo va en la página “Desde las estrellas” junto con “La Noche y El Día”, de
Aldo Tibaudin)
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