sábado, 3 de enero de 2015

VIAJE DE EGRESADOS--OLGA M. LEVY



Paro un taxi. Subo, saludo y el chofer me contesta cordialmente. La comunicación surge con facilidad. El tema  gira en torno de la violencia e inseguridad.
-Soy profesora y conozco el tema.
-¿Si, dónde trabaja?
Le contesto, y aclaro de mi relación con los adolescentes. Las dificultades por las que atraviesan. Las carencias-no sólo económicas-sino también afectivas.
-Sí, señora es cierto. La culpa no sólo es de ellos. Los padres tienen su buena cuota.
-Efectivamente. Los padres se preocupan, sin embargo, muchos no se ocupan.
-No es tan así…- me contesta el “tachero”.
Su voz agradable, y sus atinadas palabras me cautivaron.
-Señora, tengo 50 años, y sólo llegué hasta sexto grado (el séptimo actual). Tengo dos hijas adolescentes. Comparto con mi esposa los problemas de la juventud.
-Lo felicito, señor
Me relató una historia ejemplar. El “tachero” es el protagonista.

-Mariana, ¿cómo viajarán?
-En micro, papá.
-¿Por qué no en avión?
-Porque es más caro.
-Mariana, es poca la diferencia. Es mejor que viajen en avión. Pueden aprovechar más de dos días.
-¡No, papá! Todos queremos ir en micro.
-Bueno, está bien. Me gustaría charlar con los padres de los chicos. Algunos compañeros, si quieren, pueden participar de la reunión.
El padre de Mariana, los convocó para conversar acerca de las bondades del viaje en avión. Habló de la diferencia de pesos, frente a las ventajas. Les dijo que aprovecharían nueve días y nueve noches, el trayecto le llevaría más o menos tres horas. Los compañeros de Mariana se opusieron. Claramente se advirtió que pensaban en la “farra” del micro, en la fiesta muchas veces eclipsada por la bebida y el estruendo de los adolescentes. El “tachero” siguió con sus argumentos y finalmente sus palabras-persuasivas-convencieron a los padres de los chicos. Tras un silencio de aprobación, se alzó la voz del “tachero”:- Señores, hay disponible un pasaje para viajar a Bariloche. La empresa otorga uno por contingente. ¿Quién de ustedes quiere aprovecharlo?
Ante esta formulación, casi el 90% de los padres expresó que él sería el indicado para acompañarlos.
-Papá, ¿vos?
-Sí, Mariana. Si me aceptan, sí.
Dos o tres padres-bastante ofuscados-se opusieron. Imaginaron algún arreglo con la empresa aérea. El buen hombre se sintió mal. Rechazó el ofrecimiento de compartir el viaje. Un murmullo cercó a los padres. Todos opinaron. Finalmente, el voto fue unánime: el “tachero” fue elegido para que los acompañara. Y, él, que con sus palabras había convencido de las bondades del viaje  aéreo, fue convencido y aceptó.

En el aeroparque J.Newbery estaban todos: los padres, los alumnos y los coordinadores que debían viajar. Pasaron la banda de seguridad y revisión sin problemas. De pronto, suena la “chicharra”. El aviso de algo que no podía pasar. Uno de los muchachos confesó que tenía una petaca de coñac.
-La llevo  porque sufro mucho del frío.
-Está bien-dice el padre de Mariana-. Dámela, yo podré pasarla. Cuando lleguemos te doy el coñac.

El vuelo muy bueno. Sin inconvenientes. Llegamos a Bariloche a las 9.30. Nos trasladamos hasta el hotel. Los coordinadores que eran tres hicieron los trámites necesarios para ubicarnos en las habitaciones. Los cuartos reservados y dispuestos para hospedarnos. Quedamos en encontrarnos para almorzar juntos.
Se aprovecharon las horas de la tarde. Algunos descansaron, otros tomaron contacto con los espacios disponibles para disfrutar. Otros-cámara en mano-trataban de captar las maravillas del paisaje. Todo dispuesto. Las bondades climáticas exaltaban aún más el panorama.
Cenamos, todos eufóricos, porque después iban a una “disco”.  Felices porque iban a bailar. Me acerqué y le dije que los acompañaría.
-¡Papá!-exclamó Mariana.
-Solamente los acompañó para conocer el lugar.
Uno de los coordinadores conversaba muy entusiasmado con Mariana. Me acerqué:
-Mirá, Fulano, Mariana es mi hija. Cuidado… y atención que las otras chicas son como si fueran mis hijas. Charlé un rato con él. Diversión sin excesos, disfrute sin posteriores amarguras.
Los dejé en la “disco”. Regresé al hotel seguro de que no habría problemas.
A los pocos días surgió un conflicto. Dos o tres alumnos mostraban una actitud extraña. Los observé y constaté que estaban medio “raros”. Investigué, quise saber qué pasaba. Sospeché de nuestro grupo. Charlé  con algunos muchachos. Me confesaron que no sabían nada. Reflexioné, tenía una idea fija. Conversé con los coordinadores.
-Muchachos, ¿qué pasa,hay droga?
-¿Cómo? ¿Quién es usted?
Este coordinador-en todo momento-había demostrado su fastidio por mi presencia. Discutimos. Le manifesté mis buenas intenciones; yo los acompañaba porque había sido designado por todos los padres. Mi objetivo era protegerlos, actuar si era necesario y prudente en alguna situación adversa.
El coordinador comprendió mi palabras, me aseguró que ellos no estaban en la “cosa”. Eran de otro grupo. Dudé. ¿Querrían zafar? Medité; y mi espíritu tolerante resurgió. Acepté su explicación. Nos abrazamos. Sellamos una etapa de concordia.
Todos disfrutamos de Bariloche. El clima nos acompañaba en esta armoniosa etapa. Los día pasaron y nuestro regreso se aproximaba.
Buenos Aires, aeropuerto Jorge Newbery. ¡Qué sorpresa! Todos lo padres nos esperaban para demostrarnos la satisfacción de haberme elegido como compañero de viaje.
-Gracias, compartí buenos y malos momentos.
-¿Qué pasó?-preguntó uno de los padres.
-Nada. Está todo bien. La buena convivencia exige actitudes conciliadoras.
Nos despedimos cordialmente.
Llegamos a mi casa. Mariana, mi señora, mi hija menor y yo.
Suena el teléfono. Atiende mi señora.
-Es para vos.
Directivos de la empresa aérea querían conversar conmigo para felicitarme. Enterados de mi comportamiento, de mi espíritu solidario, querían agradecer mi firmeza y responsabilidad. Me obsequiarían una plaqueta en reconocimiento de mi conducta. Mariana y mi mujer llorando me abrazaron.
-Señora, le reitero, solamente cursé hasta sexto grado. He leído y leo mucho; además, aprendo de mis pasajeros. Lo bueno y lo malo. Es ida y vuelta.

Me quedé pensando en sus palabras. ¡Cuánta sensatez! Me demostró la base de la comunicación: “Feed back”, retroalimentación. Uno da y el otro recibe-recíprocamente. Las palabras, los gestos, actitudes, tonos, riqueza insoslayable que se acrecienta con la significación personal.
                                                                                      




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