Allí
estaba ella, revolviendo la basura; encorvada,
piel rugosa, sus cansados
años
no le impedían seguir hurgando en las
miserias del día a día para
subsistir.
Recogía
en una bolsa lo que pudiera servirle, se
llevaba a la boca una migaja
de
abandono.
Esa
noche, su mano inquieta palpò algo distinto. La
luz de un farol se reflejó
en
unos vidriosos ojos azulinos, con dedos
entumecidos acarició la suave
porcelana
convertida en muñeca.
La
acunó en sus brazos entonando un arrorró, sintió
el calor de una piel suave
qué
le trasmitió ternura.
Cerró
los ojos, volvía a tener junto a su pecho a la
chiquilla de cabellos
ensortijados,
¡su niña!.
La
fragilidad mental, no le permitió más recuerdos,
se sentó en el umbral
de
una casa..
………………
A la
mañana siguiente, la gente que pasaba por el
lugar no dejaba de
sorprenderse
al ver la imagen: un policía levantaba
a un bebé envuelto
en
una vieja manta llorando su
desprotección, a su lado, una anciana
dormía
su último sueño.
……………..
El
sol intrigante bañaba su rostro, dónde una gran
sonrisa denotaba,
que
había muerto en paz.
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