viernes, 23 de septiembre de 2011

Aceptación, fortaleza, amor--María Raquel Díaz






(Caso real, dedicado a una Madre con

su hijo Cuadripléjico)





Escribí desde la emoción que brotó desde mi garganta y el corazón: Era alrededor de las 17 y 40 hs, de un día jueves de octubre de 2010. Llegué ala estación del subte de Palermo de la línea D, andén hacia el barrio de Belgrano, corrí para tomarlo y el subte cerró sus puertas; se fue y me quedé en la plataforma del andén lamentándome por haberlo perdido, después de haber llegado tan de prisa para alcanzarlo.

Me dirigía al consultorio de mi médico de cabecera y mientras esperaba la llegada del próximo subte, miré a mi alrededor y no había nadie, seguí caminando y detuve mi andar…Vi a mi derecha, a una mujer de mediana edad, vestida con una pollera amplia de color beige, y una remera celeste, sentada sobre el banco de la plataforma. Sobre el mismo había un termo, un plato comida, y una cuchara. Enfrente de ella estaba un muchacho de alrededor de 14 a 15 años, cuadripléjico, en una silla de ruedas. Ella le colocó una toalla azul en el pecho, él se encontraba con la mirada perdida, con el cuerpo flojo y de costado. Con toda delicadez y entrega, ella toma el plato de comida, que se encontraba sobre eel banco y comenzó a alimentarlo con una cuchara. Le abrió la boca, pero infructuosamente se desliza el alimento por su mentón y cae el piso. Reintentó darle el alimento en varias oportunidades, y se repetía la misma escena anterior. Hasta que en el quinto intento, pudo ser alimentado correctamente. Le limpió la boca con la toalla que estaba sobre su pecho…

Y se quedaron los dos quietos…Hasta que… ¡Oh! Este muchachito, tan frágil e indefenso, se movió hacia su derecha y quedó completamente torcido y con las piernas colgando de su silla de ruedas. La madre se levanto del banco, con toda paciencia, primero alzó el cuerpo yerto, lo tomó por debajo de los brazos lo acomodó, luego siguió con los pies, las piernas, a continuación con los brazos y las manos…También, con toda serenidad, lo asió desde la nuca y le enderezó la cabeza y quedó apoyada sobre el respaldo de su silla de ruedas. Una vez que estuvo todo el cuerpo bien ubicado, lo volvió a sentar y lo siguió alimentando…Y esta escena quedó sin movimiento alguno, por unos instantes….

Esto sucedió en solamente en siete minutos de espera, entre la llegada de un subte a otro. Esos siete minutos, parecieron una eternidad…

La eternidad del amor…El amor de una madre nunca muere. ¡Es eterno!

Al ser observadora de esta escena real, mis ojos comenzaron a humedecerse y brotaron lágrimas sobre mi mejilla. MI garganta comenzó a cerrarse de emoción y mi corazón se agitaba y no podía dejar de ver ese cuadro con esta mujer llena de Aceptación, Fortaleza y Amor, frente a la fragilidad física y mental de este muchachito, su hijo.

Finalmente llegó el subte, subo al mismo, y yo ya sin lágrimas sobre mi rostro, los miré por la ventanilla hasta que arrancó hacia la próxima estación.

Dos semanas posteriores, ya en el mes de noviembre, viajaba en la misma línea, pero desde Belgrano hacia la estación Pueyrredón, a las 20 hs., y apreció como en un sueño ya conocido esa misma mujer, empujando la silla de ruedas con su hijo, de cuerpo laxo, y pidiendo una moneda para comprarle pañales, apelando a la caridad humana. Me acerqué a ellos, y les dejé un billete de diez pesos en la bolsa de las limosnas, y volvieron a brotar sobre mis mejillas aquellas antiguas lágrimas de emoción e impotencia.

Inquisidoramente en mi persona, surgieron las siguientes preguntas: ¿Por qué este jovencito es cuadripléjico? ¿Podrá tener algún tratamiento para mejorar su calidad de vida? ¿Por qué esta mujer lo alimentaba en una estación de subte? ¿Por qué pide limosna en un medio de transporte? ¿No tiene ayuda asistencial del Estado? ¿Y nosotros como ciudadanos, no deberíamos practicar la hermandad y la solidaridad?

Aún no encontré las respuestas. Pero esa entrega que percibí en aquella dulce mujer en la estación de subte hacia su hijo me conmovió, porque sentí en mi piel lo que significa el renunciamiento y el amor incondicional que he recibido y recibo de mi madre Teresa Irene. Y en aquel momento, giraron en mi mente las siguientes reflexiones: Me arrepiento de vivir preocupada y destruyéndome por los problemas que veo a diario y sentir que la vida solo es para sufrir. Me arrepiento de no entregar más tiempo a mis seres queridos, amigos y a mi misma. Me arrepiento de no vivir la vida en plenitud, cuando sé que tengo todo a mi alcance. Cuando lo más importante es tener sueños y hacer que se cumplan; y que los problemas tienen solución, si uno trabaja para encontrarlos. El secreto de la vida es vivir intensamente cada momento y ser feliz con lo que tenemos y a quienes tenemos. ¡Oh Señor!: ayúdame a tener Aceptación, Fortaleza y Amor universal en cada instante de la Vida.



maraqueldiaz@yahoo.com.ar





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