viernes, 23 de septiembre de 2011

Totó y Jaimito-- Darío Amadeo Zampieri



“…porque me duele, si me quedo pero me muero si me voy…”

María Elena Walsh



Totó y Jaimito eran amigos desde la primaria, vivían en Villa Crespo, en la misma cuadra, Julián Álvarz al 500. Siempre salían juntos. Ya en la secundaria los dos tenían las mismas inclinaciones hacia el cine y el teatro; no perdían oportunidad de ver, sobre todo, las que eran prohibidas.

Totó soñaba con ser director de de cine, a través de “Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatores, su película favorita. A Jaimito le gustaba la actuación. Juntos conocieron cines y teatros de todos los barrios, con la complicidad de subtes y colectivos…como cantaba Alberto Castillo, en “Cien barrios porteños”, Almagro, Lugano, el Retiro y Paternal…”

Un día Totó, notó a su amigo extraño, como alejado de la amistad que los unía. Habló con él, hasta que Jaimito le contó lo que pasaba con su madre.

Doña Clara, le había dicho:- Vos tenés que estudiar pensando en tu porvenir, Jaimito…Te vas a radicar en Israel, olvídate de esas macanas, de cine y teatro, esas porquerías no te llevan a ningún lado…”

El mandato familiar pudo más. Al poco tiempo partió hacia Tel Aviv. Jamás tuve noticias de él.

Totó se quedó en la Argentina, luchando como tantos. A pesar de no concretar sus sueños de dirigir cine, logró trabajar de periodista en un matutino.

Una tarde de enero, Totó hizo una salida solo, para ordenar su mente. Estaba molesto, alterado, pensando en la situación del país, en el sufrimiento de los argentinos.

Tomó el “Bus turístico” y se enfrento con las grandezas y pobrezas de Buenos Aires, con cúpulas, monumentos, palacios, parques y villas miserias

Al regresar, en plena Diagonal Norte, de los audífonos surgió “Siempre se vuelve a Buenos Aires”, de la gran Eladia y Piazzola, cantada por el “negro” Lavié. A Totó, emocionado, se le cayeron las lágrimas, como hacia mucho tiempo no le ocurría. Con solo escuchar ese tango su cuerpo y su meente se transformaron. Es que Buenos Aires es como una montaña gigante de cemento, que nos atrae para no soltarnos jamás.



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