viernes, 28 de octubre de 2011

La tarotista--Gittel Gruber



La señora Águeda, de unos sesenta años, es amable y simpática. Atiende su consultorio hace bastante tiempo en el barrio de Liniers y por su buen carácter la visitan cada vez más personas. Ella, mirando las cartas y observando fijamente a los ojos de gente, acierta. La llaman la vidente. Les habla de una manera tan especial que las convence. Y salen del consultorio esperanzados, creyendo que les va a suceder lo que ella pronostica.

Su clientela es cada vez más numerosa.

Un día amaneció nublado, comenzó a llover torrencialmente, el viento soplaba muy fuerte. Todavía nadie había llegado. El día parecía funesto. En el cartel de la casa podía leerse en letras grandes, bien visibles: “ÁGUEDA ENCUENTRA TU SUERTE” De improviso llega un señor alto, delgado, de traje y sombrero. Antes de ingresar a la sala, donde Águeda lo espera, limpia sus zapatos en el felpudo. Ella, al verlo, se estremece de terror. De tal forma que no puede disimular su desagrado. Su cuerpo comienza a temblar y Águeda le susurra:

“todavía no lo esperaba”. El visitante le tomó ambas manos y la miró profundamente. Ella quedó petrificada con la misma infelicidad con que lo había recibido. El hombre inesperado salió del consultorio y solo cambió una letra del cartel (la S ) de la entrada. Con lo que dejó para siempre la señal de su visita.

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