viernes, 1 de noviembre de 2013

LIBRE--CATALINA GUTREJDE



Pintado con óxido de tiempo, ei portón de la cárcel se abre con dificultad.
El manojo de llaves del carcelero golpetea sobre el silencio de un día gris.
Y allí está ella; figura desgarbada, cabellos desteñidos, piel rugosa.
¡Cuánto esperó!.
Un cuaderno cae de las manos temblorosas, el viento despliega las hojas amarillas, mientras
los lamentos impresos en fibra gruesa cuentan una historia.
Tenía 30 años, ejecutiva en una importante empresa, le sonreía a la vida. Era feliz, rodeada del
amor de un hombre y de muchos amigos. Hasta el día fatídico en que se vio involucrada en el
crimen de un gerente. Este la acosaba permanentemente, pero lejos estaba ella de pensar en
quitarle la vida,. Esa mañana discutieron, un arma fue el detonante; forcejearon y el proyectil
atravesó la monotonía de la oficina.
No pudo comprobar su inocencia, la condenaron. Del juicio al encierro.
Alejada del mundo, de sus afectos, comenzó la angustia de compartir momentos con personas
cubiertas de negrura.
Cada noche, en la frialdad de la celda rogaba que su mente no perdiera la coherencia; ahora
dudaba de cuál había sido la realidad de los hechos.
¡Soy inocente!, grababa una y otra vez en las paredes enmohecidas, y de pronto se
preguntaba:
-- ¿fui yo?.
La imagen del hombre en el piso, se le aparecía con frecuencia, como así también la de aquél
otro a quien amaba y la abandonó librada a su suerte.
Inexorable el tiempo fue pasando. Con más calma esperaba el día en que le sacaran las
ataduras impuestas por el destino.
Un pequeño espejo le devolvía una imagen desconocida, maquillada de sufrimientos.
Mientras las circunstancias roían su figura, las emociones vitales de sus penas más profundas
fueron dando paso a una secreta vida atenta a la esperanza.
Envuelta en ei sopor de la espera llegó el día en que el carcelero la acercaba a la libertad.
Parada en la vereda, la lluvia la vistió de sensaciones olvidadas, levantó la cara al cielo, por las
mejillas rodaron lágrimas semejantes a caricias de ternura, mientras los labios intentaban una
sonrisa.
No sabía que rumbo tomar, nadie la esperaba; quedó en medio de la nada. Voces ocultas le
repetían una y otra vez; ¡estás en libertad!.
La última hoja de la historia se perdió en la penumbra, mientras comenzaba nuevamente a
recorrer el misterioso camino de la vida

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