viernes, 9 de agosto de 2013

EL REFUGIADO--NORBERTO PANNONE

La brisa helada abofeteó su rostro. Alzó las solapas del raído sobretodo y hundió
con pesar sus manos en los bolsillos.
Corría el mes de julio y el frío del invierno congelaba los sueños. El césped, se había
teñido de amarillo enfermizo.
Con desesperación, el hombre añoró la primavera, pero ella estaba lejos, tan
lejanamente lejos como su patria y los rubios recuerdos en brazos de su madre.
Siempre le había temido a todo lo extranjero. A la multitud. A la distancia. Recordó
como había llorado aquel primer día de su arribo.
Su lenguaje resultó estéril. Sus gestos, ambiguos.
Atravesó la Avenida del Libertador, llegó hasta el monumento a los españoles y se
miró en las aguas heladas y sucias de la fuente, después, hundió su cabeza
definitivamente.
El recuerdo final, fue el rayo de sol anidando en su torso desnudo, allá, en su
amada Belgrado.
Asustado, alcanzó a divisar la voluta de pólvora encendida del franco-tirador y el
cuerpo de su hermano dormitando en un charco de sangre.
Era primavera… y abundaba la miel
Casi de inmediato, sucumbió el hambre y la nostalgia.

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