viernes, 18 de mayo de 2012

MARIO FUSCALDO--EL ÁLBUM



Chiche ya era hombre. Un hombre que pasó por muchas etapas en su vida. En ésta le tocaba vivir solo, luego de diez años de separación y de alguna que otra experiencia ocasional de encuentros y desencuentros. En fin, esos caminos que recorremos para alcanzar una cierta felicidad, donde la peripecia humana está todo el tiempo presente.

Esta situación actual no le incomodaba dado a su gran riqueza interior. Era una persona sociable que podía estar bien con una multitud, y a la vez un ermitaño bohemio que no le molestaba para nada estar consigo mismo, con sus libros, sus anotaciones y abastecido de una buena colección musical.

Luego del diario trabajo y de transitar por esta ciudad de Buenos Aires enorme, consumista, de bolsillos flojos, ciudad caótica que fascina y agobia con desfile de obsesiones y espejo de apariencias, finalmente se despojó de su máscara, de las ropas de farándula, para después de la diaria rutina doméstica ponerse al fin ropas de poeta y decidirse a través de un papel en blanco a viajar vagabundo con su lapicera por mundos imaginarios.

En un momento determinado alzó los ojos y ahí estaba ella para proponerle un inventario de emociones, anécdotas y sorpresas. Ahí suspendida en un estante estaba la cámara fotográfica, legado de su padre, que le sugería en aquel oportuno momento de relax apelar al antiguo álbum familiar.

Las fotos, esas computadoras que aguijonean nuestra historia en un juego de colores del- estar sin estar-, esa avispas de celuloide que nos transportan a reminiscencias como senderos de sueños bifurcados, ahí estaban plasmadas penetrando el ojo del alma. En ellas estaban los tres jugando en el mar, corriendo por la arena. Su padre lo abarcaba seguro con el brazo revistiéndolo de amor. Su madre lo tomaba del hombro alimentándolo tiernamente con el dulce de la niñez. Ahí estaba plasmada la familia con su unión perfecta.

La felicidad flotando y mezclándose en los rostros, detenido el tiempo de aquellas temporadas de sus primeros años en Necochea, que la muerte sin piedad quebró.

Ahí en silencio estaba Chiche, con los años y la soledad a cuestas. En silencio reclamando sus seres queridos.

Y una lágrima de recuerdos cayó humedeciendo el álbum.





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