viernes, 14 de diciembre de 2012

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE- HÉCTOR SERRANO


Cuando el médico salió de la pieza, se dio cuenta que había hervido el agua del mate. Tiró al agua en el baloncito y volvió a llenar la pava. La puso el calentador de alcohol en la silla baja. Miró a Pedro, en la cama.

-Muerto-había dicho el médico. Sobre la mesa le había dejado el certificado de defunción.

-para poder enterrarlo-la había dicho.

-Pobre el Pedro-pensó y se apantallaba con una revista.

Eran las tres de la tarde y el calor era insoportable. Se levantó lentamente y salió al balconcito.

Miró allá abajo, la avenida, la gente, los autos. Se acordó de su puebla. Allá, en Entre Ríos.

El Pedro la había sacado a bailar. Fue en el casamiento de la Flora, su comadre. Ella ya lo había visto en la iglesia. Con el saco azul y la camisa blanca. Mientras el cura les decía a los novios que el matrimonio era algo que Dios unía hasta que la muerte los separara.

Estaba buen mozo el Pedro con su saco azul.

-Es mi primo de Buenos Aires-le había dicho la Flora- Mirá si lo enganchás y te vas para la capital.

Y él la había sacado a bailar en la fiesta. Y se engancharon y se fueron para Buenos Aires. A esa misma pieza en al hotel de la avenida..

Los autos seguían pasando allá abajo. El aire caliente no llegaba a secar el sudor del cuello que ella secaba con el brazo.

“Hasta que la muerte los separe”, había dicho el cura y aunque ellos no se habían casado, el Pedro era de ella y ella del Pedro, hasta que la muerte los separara. Entró en la pieza. Miró otra vez al Pedro.

Pensó en todas las ilusiones que habían tenido con el Pedro. El terrenito en Casanova, la casita que iban a hacer.

El Pedro siempre le decía que iban a tener un jardincito y que los hijos, cuando vinieran, jugarían en él.

Se echo el último mate. El calor era agobiante. Entornó las persianas y se acercó al Pedro. La sábana apenas tapaba el cuerpo desnudo del Pedro. Lentamente se quitó la ropa. Tiró la sábana al suelo. Besó al Pedro en la boca y desnuda se acostó a su lado.

Acarició ese cuerpo que había sido suyo. Tocó sus manos, su pecho, sus piernas. Lo besó de nuevo y suavemente se quedó dormida.

Se despertó muy de noche. Se levantó. Abrió las persianas. La luz de la Luna entró en la pieza.

Volvió hasta el Pedro. Lo besó una vez más.

-Hasta que la muerte nos separe-pensó.

Y rápida salió al balconcito y se arrojó.





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