viernes, 28 de diciembre de 2012

NETELE,PANCHO,METELE--OAVALDO BACCARO



….en las cosas del amor

aunque tenga que aprender

nadie sabe más que yo.


Enamoradizo como pocos, muy pagado de sí mismo, divertía a la barra con fantasiosas aventuras amorosas que nadie les creía. De riguroso saco y corbata, con los “timbos” bien lustrados, prolijamente recortado el bigotito y peinado a la gomina, Aníbal Rodríguez llegó al bar y acercándose a la mesa., como al descuido, le comentó a sus amigos que había una mina que lo tenía loco. Con religiosa atención los otros le siguieron la corriente hasta que el flaco, que trabajaba en una farmacia, prometió conseguirle un afrodisíaco de fulminante efecto para que la “catriela” de sus sueños, cayera rendida a sus pies.

Como además de enamoradizo Aníbal era de lo más ingenuo “picó” y convencido de las bondades del producto pidió precisiones sobre el “modus operandi.. Le explicaron, entonces, que se podía disimular el "elixir" dentro de unas inocentes confituras.. Al flaco no le fue difícil conseguir la purga. Una de efecto inmediato, de esas que se utilizan para sacarle el "bolo fecal" a los caballos, con los que el cándido galán siguiendo las instrucciones de sus gentiles asesores, “pichicateó” dos tentadores bombones.. Uno se lo debía dar a la "percanta", mientras que el otro debería consumirlo él, ya que - según los “expertos” - debía fortalecer su vigor para responder adecuadamente a la apasionada demanda de la “donna”.

Bañado, afeitado, perfumado, con flores en la mano, el sábado por la tarde, Anibal esperó a la “fulana”, en una esquina del barrio. A pocos metros lo esperaba el taxi que tenía su parada frente al bar y que manejaba el muy popular Pancho Balcala, precaución necesaria para llevar la "papirusa" al "amueblado".Cuando Aníbal Rodríguez vio acercarse la figura cimbreante de la “nami” (con sus taquitos repiqueteando en la vereda), de puro atolondrado nomás, tomó uno de los bombones y se lo comió.

Una rara sensación gástrica reemplazó a la pasión y ante el desconcierto de la recién llegada sintiendo horribles retortijones, apretando las nalgas, corrió hacia el taxi y abriendo la puerta trasera, pidió al "chofer" que lo llevara a su casa.

Arrancó el taxímetro, mientras que el pasajero, aferrado al asiento de adelante, con una voz que más que voz era un quejido, no cesaba de implorar:

-¡ Metéeeele Panchooo metéeeele !.

Por más que "le metió", Pancho no llegó.

No es necesario que les cuente la bronca del “tachero”, ni el estado en que quedó el coche, evidenciando fehacientemente la eficacia del purgante equino.


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