sábado, 26 de abril de 2014

GITEL GRUBER--¿Y AHORA QUÉ?

Me dispongo a dormir la siesta, seguro que no molestará nadie. Me acuesto en la cama y ahí
nomás escucho el timbre de la puerta: no le daré importancia, debe ser algún vendedor ambulante.
Insisten: dos, tres y cuatro veces. Bajo la escalera, miro por la mirilla: ¡es mi nieto!
De inmediato abro la puerta. Sorprendida, le digo:-¡Albricias, qué alegría me causas,
Sebastián! Me extraña que vengas a esta hora, ¿no deberías estar en la escuela?-Hoy salí antes, abuela.-
Mi querido, sé bien que estás muy ocupado. Tus 16 años te obligan a desdoblarte que con el tiempo, las
horas del día no te alcanzan entre el estudio de la secundaria, la práctica del tenis, el fútbol, la natación, y
al boliche con tus amigos. Apenas si te sobran unas horas para dormir, y yo no puedo ser tan egoísta y
pretender que vengas a verme, aunque vivas a seis cuadras de casa. Igual me halaga tu presencia.-No
abuela, no sabés lo que me ocurrió, algo catastrófico, no sé si podré recuperarme de esto.-¿Qué te pasó,
Sebastián; éstas enfermo, tenés que rendir materias, si no repetirás el año? ¡No! Vení, sentate que te
sirvo algo para tomar.
-Pero abuela, vos no entendés nada. Me sucedió lo peor, estoy bajoneado y me siento como
vacío. Escuchá bien, me robaron.-Bueno, pero vos estás bien, no te golpearon. ¿No? Olvídate del asunto y
a otra cosa, seguí en lo tuyo.
-Pero, abuela, no comprendés, mi situación es caótica. Me robaron lo más importante de mi
vida y no sé cómo solucionarlo. Te das cuenta ahora, por qué vine a visitarte. Para que me ayudes y me des
el dinero que necesito.-Pero qué es lo que te robaron: ¿tus documentos, la cadenita de oro que te regalé,
el reloj pulsera de marca que te compré, las zapatillas?
-¡No! ¡No! ¡No!, abuela, ¡algo mucho más preciado y valioso para mí y no podré vivir sin eso!
- ¿Tan necesario es para vos, querido?
-¡Fijate si no, abuela, es mi celular!

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