sábado, 18 de agosto de 2012

INDECISIÓN--EDUARDO SANTAMARÍA



Los revoltosos y atrevidos gorriones, jugueteaban parados en la soga de colgar la ropa, el duraznero, daba ya sus primeros frutos, las macetas en fila como fieles en procesión, pintadas con franjas verticales de color rojo y blanco, el viejo limonero de tronco ahuecado crujiente parecía quebrarse al primer atisbo del viento cantarín, en el fondo y junto al lavadero el cedrón expandía su delicado aroma y los lazos e amor se integraban a la policromía de colores. Todo esto le hacía recordar a los años dorados de su infancia y juventud, los picados de fútbol jugados en la canchita, con el ruso Mario, Carlitos y Ricardo el pollo, las primeras salidas al centro, los bailes en la casa de Analía, su primera novia, los flirteos con la francesita Lucién, acaso su amor imposible, la comprensión y el apoyo de sus viejos…el ingreso a la facultad.

Desocupado, pisando ya los cuarenta había tomado medio a la ligera esta decisión de irse a Miami, donde lo esperaba su ex compañera de oficina, quién le había propuesto para un cargo en una compañía de seguros.

Mientras iba en el remise que lo trasladaba a Ezeiza, llegaban a su mente los recuerdos entrañables y ahora que… el desapego, la deserción un poco involuntaria, lo tornaban triste, melancólico, confuso…no quiso pensar más…

Se extasió mirando el hermoso paisaje primaveral, los árboles su verde follaje, sus nidos, los pibes jugando a la pelota, el barrio con sus casitas uniformes, el autódromo que tantas veces visitó de la mano de su viejo…

A pocos metros del aeropuerto dio marcha a tras, hizo regresar al remise, llegó a su casa, fue a la cocina, tomó un café a la ligera, compró el diario y salió a buscar trabajo.







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