viernes, 24 de agosto de 2012

NUNCA ESTAMOS SOLOS--NÉLIDA OJEDA



Cuando llegué a la parada, el colectivo estaba por arrancar. El chofer al ver mi bastón, me dijo: - disculpe, no la vi, sino hubiera arrimado justo al cordón.

Me quedé atónita al oír que un conductor de colectivo diga eso; es totalmente inusual.

_ No importa, contesté, todavía puedo subir sin dificultad.

_ ¿A dónde viaja?

_ A “cualquier parte”, le contesté. Me miró con extrañeza, mientras aguardaba el semáforo verde.

_ Bueno le doy hasta la terminal. ¿ Está bien?

Si contesté.

_ cuando llegue allí decide lo que quiere hacer.

_Por su puesto.

Me senté en el segundo asiento; no acepté el primero que me ofrecía una señora al ver mi bastón.

_ Gracias le dije, el de atrás está desocupado.

El micro demoro 55 minutos para llegar a su destino final, tiempo que aproveché para distraer la mirada.

Ya no quedaba en el colectivo más que una señora con una nena de unos nueve años. Se bajaron; detrás de ellas me puse de pie. El chofer que me había observado, de tanto en tanto, entre intrigado y curioso, me dice: bueno señora aquí termina el viaje, si quiere regresar enfrente tiene la parada que vuelve al lugar donde usted lo tomó… y se quedó mirándome como esperando respuesta.

_Gracias le dije.

Me dejó tranquila y mejor de ánimo. Era un muchacho joven, que podía ser mi hijo; casi mi nieto. ¿Necesita que la ayude? Aquí termina mi horario por hoy. _ No querido, le dije en un maternal impulso que a mí misma me sorprendió. Reconozco que soy impulsiva, pero sé bien emplear mis sentimientos, y ese joven, desde que ascendí al colectivo me dio pruebas de ser educado y respetuoso, virtudes totalmente desaparecidas en este contexto social en que vivimos.

_ ¿Está segura que se siente bien?...

_ ¿ Y por qué no?

_ Porque al subir en Caballito me pidió boleto a “cualquier parte”.

_ ¿Ah… si, sabes por qué?

Cuando Salí de casa, no tenía idea a donde iba a ir; si entrar a la confitería de enfrente, o irme, eso; a “cualquier parte” no me interesaba el destino, quería huir de mi misma.

¿A vos nunca te pasó?

_ Sí, pero cuando mi estado de ánimo se convierte en mi enemigo, recurro a mi pobre vieja…que me queda mirando como diciendo ¿”y a éste que bicho le picó?”

_ Eso mismo, los clásicos momentos de los que uno no puede zafar. Por eso en momentos como este, cuando el fantasma de la soledad me acorrala, subo a un colectivo y escapándome de mi misma, pido un boleto a “cualquier parte”. Bueno, gracias muchacho, veo que está por partir el coche que debo tomar.

Cuando llegué a la puerta el joven todavía estaba allí, lo miré con una sonrisa y el me tiró un beso con la mano.

Mientras viajaba de regreso a mi casa, era tal mi sentimiento de gratitud que no veía nada a través del vidrio; mis pensamientos se aprisionaron en el interior de mi alma y me sentí feliz porque la sonrisa y el beso tirado al azar obraron el milagro de disipar la soledad

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