Cuentan que el justo rey Cosroes Anushirwán salló un día de caza
montado a caballo y que. persiguiendo a una gacela, quedó separado de sus
soldados. Mientras iba corriendo detrás del animal, vio que se encontraba cerca
de una aldea, y como tenía mucha sed. se dirigió a ella y llamó a la puerta de
una casa que estaba junto al camino, para pedir agua. Salió a abrir una
muchacha, que lo miró, y acto seguido se volvió al interior de la casa.
Exprimió el zumo de una sola caña de azúcar, lo mezcló con agua, vertió el
líquido en una copa, lo espolvoreó con algo perfumado que parecía polvo y se
lo ofreció a Anushirwán. Éste, al mirar la copa, vio que en ella flotaba una
especie de polvo, y se puso a beber poco a poco hasta vaciarla. A continuación
le preguntó a la muchacha:
—Niña, el agua estaba buena. ¡Y cuánto más dulce hubiera sido si no
llega a haber en ella esas impurezas que la enturbiaban!
—
Huésped -respondió la muchacha-,
he puesto deliberadamente esas impurezas que enturbiaban el agua.
—¿Y por qué lo has hecho? -preguntó el monarca.
—Porque he visto que tenías mucha sed y temí que bebieras la copa de un
trago y te hiciera daño. Si no llega a ser por las impurezas, hubieras bebido
demasiado de prisa y el hacerlo así te habría perjudicado.
El justo rey Anushirwán se quedó maravillado ante tales palabras y ante
la inteligencia que mostraban, adquiriendo la seguridad de que lo que había
dicho la muchacha constituía un indicio de que era inteligente y despierta y
de que tenía buen juicio. Le preguntó a continuación;
—¿Cuántas cañas has exprimido en aquella agua?
—Una sola -respondió ella.
Anushirwán se admiró de nuevo y pidió el registro del impuesto
territorial que correspondía a aquella aldea, y vio que el tributo era pequeño.
Pensó entonces para sus adentros que, en cuanto volviera a su capital,
aumentaría la tasa de aquel pueblo, pues se decía: 'Una aldea en la que se
obtiene tanto zumo de una sola caña no puede pagar un impuesto tan
pequeño".
Luego se fue para seguir cazando y, a la caída de la tarde, volvió a
pasar solo junto a aquella puerta y pidió de nuevo agua. Salió la misma
muchacha, lo vio y lo reconoció. Entró en la casa para prepararle el refresco,
pero tardó un buen rato. Anushirwán le pidió prisa y le preguntó:
—¿Por qué has tardado tanto?
—
Porque no ha salido una cantidad
suficiente de zumo de una sola caña -respondió la muchacha-. He tenido que
exprimir tres cañas y no he obtenido tanto como antes de una sola.
—¿Y a qué se debe esto? -preguntó el rey Anushirwán.
—A que han cambiado las intenciones del sultán -respondió.
—¿Y de dónde te viene esa idea?
—Siempre hemos oído decir a los sabios que si cambia la intención del
sultán con respecto a un pueblo, desaparece su buena fortuna y escasea su
prosperidad.
Anushirwán se
echó a reir, abandonó la idea que se le había ocurrido relativa a los impuestos
de aquel pueblo y se casó inmediatamente con la muchacha, asombrado ante su
gran inteligencia, su agudez y su don para decir las cosas.
Cuento de Las mil y una noches.,
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