Un manager desesperado con la toalla en la
mano vacilará en tu caída.
No tienes agallas
para decirle: no la tires
aún. ¿Habrá otro
escenario posible para reciclar nuevos
idilios? Vas y
vienes, de un lado al otro del
encordado, trompeado hasta el cansancio por
el monstruo. Claro: no eres Bonavena ni Monzón ni
Sugar Ray Leonard.
Sugar Ray Leonard.
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