Desde ya
te digo que te amo. Cada mañana al despertar tomo entre las mías, tus manos. Y
cada una de las fibras de mi ser se embriagan de deleite, ante el sublime
milagro de estar juntos.
La piel
de tu cuerpo tiene la suavidad de un plumón y el aroma dulzón de la lavanda en
flor. Mis labios la recorren palmo a palmo. Llenan mis sentidos vibraciones de
amor.
Despiertas.
Me miras. Extiendes tus brazos. Acaricias mi rostro y comienzo a besarte hasta
hacerte gemir de alegría.
El
perfume de tu piel, por osmosis, cubre la mía y durante un largo rato, horas
quizá, aspiro arrobada tu fragancia.
Poso
suavemente sobre mi cara mis manos, como queriendo retener tus besos acuosos y
tus caricias.
¡Te
quiero, hijo, con tus maravillosos ocho meses, capullo en flor que me has hecho
madre!
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